" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

jueves, 29 de agosto de 2024

La familia Guerra Paz: El escritor desdichado


Juan Guerra siempre ha sido un buscavidas. Una vez lo intentó con la literatura. Desde pequeño fue un ávido lector y hace unos años autopublicó su primer libro. Ahora lanzó el segundo gracias a Amazon Kindle. Su familia estaba muy orgullosa, y más cuando lo vio con Lo que susurran las olas entre sus manos. Pero la celebración llegó cuando le ofrecieron una entrevista en Puto Radio. Las manecillas del reloj marcaron las cinco de la tarde. El vaso del café ya estaba vacío y Armando Guerra se terminaba el Cola Cao. Y entonces sonó el móvil de Juan. ¡Qué nervios! Aquí tenéis la entrevista y aquí podéis conocer su libro:

 

Jesús Lahuerta: Tenemos el placer de entrevistar en Las tardes en la huerta a Juan Guerra que viene a presentarnos su novela, Lo que susurran las olas.

¡Juan Guerra, bien avenido!

Juan Guerra: Buenas tardes, Jesús. También saludo a todo el equipo del programa y a la audiencia. Antes de nada, quiero deciros que tanto yo como mi mujer, y nuestro Armando también, somos fieles oyentes de tu programa. Muchas gracias por ofrecerme este espacio. A ver si me das un empujoncito, hombre.

Jesús Lahuerta: Muchas gracias. ¿Qué hizo que escribieras un libro?

Juan Guerra: Este es mi segundo hijo, como me refiero a mis libros. Yo siempre he sido un friki de Star Wars, Goku y El Señor de los Anillos. Y dije: «voy a contar mi propia historia de fantasía». Nunca he tenido un buen ordenador, así que con uno que corría con el Windows XP, que tenía más virus que la taza de un váter, escribí en WordPad El báculo de Astaroth. Ese libro lo vendí a los lectores como una historia profunda porque detrás de la fantasía escondí mucho de realidad; por ejemplo, mi experiencia como limpiador de cristales de las paradas del autobús. Trasladé ese trabajador a Gorgun; el protagonista de la raza de los Gublins.

Jesús Lahuerta: ¡Qué buenos están los Gublins!

Juan Guerra: Me vino la inspiración mientras me comía un paquete.

Jesús Lahuerta: Cuéntanos, Juan, ¿cómo lo vendiste y promocionaste?

Juan Guerra: Llevé el manuscrito a una imprenta y mandé una tirada de veinte ejemplares. Y entonces me topé con la realidad.

Jesús Lahuerta: ¿Por qué?

Juan Guerra: En vez de Juan Guerra, debería llamarme «Juan Palomo». La ayuda que tuve fue una mano delante y otra detrás. Me llevaba la caja de ejemplares a las librerías, pero me decían que quién era yo para ofrecerles libros. Y la verdad es que tenían razón. A un librero le dije: «Hombre, yo no soy Mario Vargas Llosa, pero es que estoy empezando y a ver si al exponerlo en el escaparate lo ve la gente y se anima». Al final regalé la mayoría a familiares y amigos, aunque algún otro vendí. Uno de ellos fue a mi cuñao. Cuando voy a su casa veo que por lo menos le pasa el plumero para que no se le acumule el polvo. Según él, es un bonito pisapapeles.

Jesús Lahuerta: Juan, grandes autores comenzaron como tú; y al igual que ellos no te desanimaste. Stephen King, por ejemplo.

Juan Guerra: Pensé que la única forma de darle salida era enviándolo a una editorial. Y viendo que no me respondían, lo puse a la venta en Kindle. Envié cinco ejemplares al almacén de Amazon, que por entonces no te cobraban.

Jesús Lahuerta: Y entonces comenzaste a despegar.

Juan Guerra: No vendía ni uno. Te vas a reír, Jesús, porque como no me manejaba con las redes sociales, pegué carteles en las farolas para promocionar mi libro.

Al cabo de seis meses recibí respuesta y la editorial me dijo que lo sentían, pero el libro no encajaba en el perfil y no estaban interesados. Al cabo de tres años vendí uno; además con reseña. Dijo que era un libro muy bonito y me puso cinco estrellas.

Jesús Lahuerta: Vamos, que tus libros no los quieren ni regalados.

Juan Guerra: No me leen ni en mi casa. Mi mujer, que la tengo aquí de cuerpo presente, se quedó solo con el título porque consideró que ya había tenido suficiente.

Parece que no le ha sentado muy bien, Jesús. Me ha enarcado una ceja y ha fruncido el otro ceño.

Jesús Lahuerta: ¿Te has presentado a concursos literarios?

Juan Guerra: Hace poco envié un relato a un certamen y quedé en última posición. No me tocan ni los sorteos. En una tómbola de la feria donde siempre toca premio, tiré de la cuerda y me salió vacía. Lo único que me tocan son recibos en el banco.

Jesús Lahuerta: Aunque una década después, seguiste intentándolo; luchando por tus sueños. Quizás Astaroth no llegó en su mejor momento.

¿Cómo está siendo la experiencia con Lo que susurran las olas?

Juan Guerra: Yo creo que aprendí de la experiencia. Viendo el fracaso del primer libro, salí a echar currículums porque 1,25€ al mes no daba para un sueldo de escritor. He trabajado en todo, hasta que me quedé en paro, lo agoté y ahora estoy cobrando la ayuda. Volví a escribir, que a eso no hay que darle de comer. Una vez más, de mis vivencias salió Lo que susurran las olas.

Jesús Lahuerta: Lo estoy viendo en Amazon y hay que decirles a los oyentes que la portada entra por los ojos: esa espuma de mar que se lleva la arena con la resaca de la ola. Una almeja semienterrada. Lo tienes a 0,95€ el e-book y a 7€ en tapa blanda. Llevas dos meses con el libro publicado, pero aún no tienes reseñas.

Juan Guerra: Toda ayuda que me ofrecéis desde este escaparate es de agradecer. Hombre, yo espero que alguien lo lea. Que lo tengo a 0,95€, como el kilo de melocotones. Lo iba a poner a 1€ pero me parecía muy chabacano.

Jesús Lahuerta: Ábrenos boca y cuéntanos de qué trata.

Juan Guerra: Es mi alter ego, con alguna licencia que me he tomado. Va sobre una familia que vive en una casita de pescadores, pero se ve amenazada por el deslinde y la dan por perdida. Por si no fueran pocos problemas, el pescador nota los estragos de la mar: faenar es muy duro y de por sí no saca género. En la lonja no le renta subastar el kilo de boquerones a 5€. Su familia lo abandona a causa de los estragos financieros. Se ve solo y le cuenta sus confidencias a las olas, hasta el punto de imaginar que son seres vivos que le escuchan. Con el tiempo cree descifrar mensajes que le alientan a luchar por salir de la miseria. Y ya no quiero desgranar el final.

Jesús Lahuerta: Es un mensaje positivo para el mundo en el que vivimos. Muchas personas que pasan esas penurias encontrarían consuelo y se sentirían escuchadas; comprendidas.

Juan Guerra: Pero si nadie lo lee…

Jesús Lahuerta: La clave, Juan, está en los seguidores en redes. Antes se decía «Tanto tienes, tanto vales»; hoy, «Tantos te siguen, tanto vales». ¿Podrías contarnos tu caso?

Juan Guerra: Es importante saber que llevo dos años enfocando mis perfiles a mi oficio de escritor; si es que me puedo llamar así. En X me siguen 199, en Instagram 148, en TikTok 32, en Threads un poquito más: me siguen 205. Tengo cuatro suscriptores en mi canal de YouTube y de Facebook ya paso. Ahí subo contenido más personal y comento alguna noticia.

Jesús Lahuerta: Te animo a que sigas el ejemplo de Francisco, el protagonista de tu novela. Ya sea en el rumor de las olas o en el mismo silencio, puedes escuchar esas palabras que necesitas. Y animo a todos los oyentes a que sigan al escritor Juan Guerra que lo pueden encontrar en redes por su mismo nombre.

Juan Guerra: ¿Si me permites tu plataforma y altavoz para evidenciar una paradoja?

Jesús Lahuerta: ¡Por favor!

Juan Guerra: No entiendo cómo puede ser que publique en X un post con intención de generar interés divulgativo y tenga cuatro visualizaciones y ya está. Después veo una cuenta verificada que enseña la cerveza que se está tomando en el chiringuito y tiene 1,4K de me gusta, 876 republicaciones, 903 comentarios y 3,2M de visualizaciones. O que en TikTok el vídeo de una camicace que salta de un coche en marcha y se pone a bailar en mitad de la carretera se haga viral y un booktrailer quede en 20 visualizaciones y ya está.

Jesús Lahuerta: Es este un mundo excéntrico. ¡Nos queda poco tiempo, Juan! ¿Qué añadirías para ir concluyendo?

Juan Guerra: Que esto lo vemos también en los propios libros. Ya no hablo de bestsellers, sino de autopublicados. Me encontré en Amazon uno que iba de un sofá que tiene inteligencia —por lo visto, está poseído por el espíritu de un vampiro— y se enamora de la chica. Cuando ella se sienta, el sofá se pone muy feliz. La trama arranca con que el sofá quiere asesinar al novio, al que considera un rival. No os cuento el final para no haceros spoiler. Lo que quiero decir es que, para llevar unos meses, ya cuenta con 3 ediciones y 438 reseñas; la inmensa mayoría positivas. Me picó la curiosidad y me descargué la muestra en Kindle. En la primera página ya conté ocho o diez faltas de ortografía. Cito textualmente un fragmento:

 

«Cuelgo el teléfono. Yoro. Mi novio me pregunta con la mirada qué sucede.

—Es mi tío… a muerto —le digo con lágrimas en mis ojos.

—Lo siento. Deves de estar muy triste —me da el pésame.

—Sí, estoy muy triste —le digo

—Anímate, mujer. No estés triste —me consuela. Nos fusionamos en un abrazo».

 

O como otro que lo está petando con El Quijote escrito a mano.

Jesús Lahuerta: He indagado sobre el autor y el tío era encofrador. Cuenta en su biografía que comenzó a escribir porque estaba asqueado de su trabajo y esto le proporcionaría una buena fuente de ingresos.  

Juan Guerra: El Quijote o cualquier otro de dominio público te lo puedes descargar en PDF, lo pasas a Word, le aplicas una fuente caligráfica, lo maquetas y lo publicas en Amazon. Reconozco que se me ha llegado a pasar por la cabeza: la Odisea y la Ilíada en Comic Sans, pero por respeto a los clásicos universales y a Homero al momento he desistido.

Jesús Lahuerta: No sé si sabes que este libro, Bopo: El sofá asesino, ha sido traducido a veinte idiomas y no te extrañe que veamos la adaptación cinematográfica. Conocen el sofá asesino hasta el Papúa-Nueva Guinea. Ese tío cuando entra al banco le tienden la alfombra roja y le sirven un café. El notas es ahora mismo el David Bisbal de los libros.

Juan Guerra: Mira, me estás dejando por los suelos, Jesús.

Jesús Lahuerta: ¡Juan Guerra, ha sido un placer charlar con nosotros! De todo corazón te deseamos que tu situación revierta, que llegues a los lectores, que te transmitan, valga la redundancia, lo que les transmite tus libros. Nunca te rindas.

Juan Guerra: Muchas gracias por este espacio que tanto significa para mí. No pretendo vender, pero siento que todo habrá merecido la pena si los lectores me transmiten qué les han transmitido mis libros. Me lean más o me lean menos, escribir es lo que quiero y seguiré adelante.

Un fuerte abrazo, Jesús, y a todos los oyentes.

Jesús Lahuerta: Juan Guerra, un fuerte abrazo y éxito.

 

La entrevista se la ofrecieron a mediaos de agosto. En esas dos semanas creció algo el número de seguidores en redes. Pero intentaba no consultar demasiado los informes en KDP. Terminó el mes y no vendió una rosca. Alguien que adquirió el libro en Kindle Unlimited leyó 40 páginas, por lo que ese mes ganó 0,50€ de regalías. Su mujer le decía que era un hobby; que con un euro o cincuenta céntimos no hacían frente a la comunidad, el alquiler, los 80€ de luz, el sello del coche, los seguros, el gasoil, la ITV, los tickets del Mercadona, la vuelta al cole del niño y la letra del televisor que financió a treinta y seis meses. Juan consiguió un empleo porque la ayuda ni ayudaba. Echaba más horas que un reloj en la hostelería —fines de semana y festivos a 6€ la hora y las extras a 3€ más, pero sin asegurar— y en sus ratos libres escribía.


domingo, 25 de agosto de 2024

El otro yo

 


Lo primero que nos quedamos es con Mateo, ese niño de once años brutalmente asesinado. Y por supuesto, transmitirle a su familia y amiguitos todo el apoyo posible. No queremos ni ponernos en su piel cuando ya no verán el mundo del mismo modo y, de alguna forma, aunque sus corazones sigan latiendo, la vida ya ha terminado. Ahora llegará el tratamiento psicológico —psiquiátrico incluso— y las noches en vela. Si pueden conciliar el sueño, tendrán que enfrentarse a las pesadillas. No podemos ni imaginarlo…

Sí que podremos imaginar, aunque sea un poco, lo que debió ser para los niños en ese polideportivo cuando ven a un enmascarado con dos cuchillos en mano. Todos los pequeños huyeron. El tipo iba a por uno de los que consiguieron escapar. El que no pudo fue este angelito. No era el objetivo del sujeto, pero pensaría «Este mismo».

Esta mañana (escribo la reflexión el miércoles), cuando lo comentaban en un matinal, algo hizo click en mi cabeza. «Me lo dijo mi otro yo», confesó el mismo asesino. Me acordé del caso del futbolista de Chipiona, Paco Naval. Vaya una fatal casualidad. Otra vez. Junto con tres que tenían mucho en común, hizo que comenzara estas reflexiones dominicales. Como fan de El Señor de los Anillos que soy, imaginé a Gollum/Smeagol en las famosas escenas en las que en un mismo cuerpo habitan dos identidades; cuando hablaba consigo mismo, pero a la vez con su otro yo. 

 


Sabed que Tolkien se inspiró en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louise Stevenson. Stevenson se inspiró a su vez en el ambiguo William Deacon Brodie; ebanista en el día y ladrón en la noche. Tanto que nos ha hablado la cultura acerca del fenómeno Hyde, no aprendemos. «Como el crimen está a la orden del día, qué le vamos a hacer». Pues en Islandia, que es todo paz y amor, podemos decir que el crimen es inexistente. Tampoco la dureza de Bukele en El Salvador. ¿Qué tal si recurrimos al término medio?

Siempre digo, y diré mientras esto no cambie, que el crimen radica en la mente. Mientras tanto, parece que nadie se lo cuestiona o si lo habla muy por encima no le echa cuentas. Y después están los que creen que van a discriminar y tal. Y menos vamos a esperar de los indicados que son los que promulgan las leyes y a merced de los que estamos.

Decía en esa primera reflexión que no son las armas las que matan, sino las mentes de quienes las empuñan. Hace una semana me comentaban en YouTube que no podía comparar la tenencia de armas blancas con las de fuego porque estas podían fulminar a toda una escuela de una sentada. Como siempre cuantificándolo todo. Yo lo veo desde otra perspectiva: familias rotas e inocentes a los que no les habían llegado su hora; ya sea en España, Palestina, Venezuela, Siria, Afganistán, Rusia o en Ucrania. Ya veis a qué me refiero. Volviendo al tema de las armas, a este asesino le valió un par de cuchillos que sacó del cajón de su cocina; como tenemos todo el mundo. La diferencia está en que los usamos para untar las tostadas y trocear el filete; nunca para clavárselo a alguien. Digo que siempre que un coche te puede llevar a tu destino o puede ser un arma. No olvidamos a héroes y mártires como Dámaso Guillén; el guardia civil jienense destinado en Asturias que antepuso su vida para proteger a un pelotón ciclista de niños. Y, en definitiva, el crimen nace de una mente perturbada. Porque no salimos a la calle y pensamos: «Me he echado el cuchillo de cocina en el bolso. Voy a comprar el pan y por el camino me voy a cargar a alguien. Luego tengo que coger el coche y si me apetece me estampo contra la terraza de un bar porque yo no soy humano; soy un personaje del GTA».

Y ahora llega la parte en la que se me echan encima porque discrimino a las personas que padecen un trastorno mental o enfermedad mental; que no es lo mismo. Igual que tampoco es lo mismo la neurodivergencia. Nadie en su sano juicio los discriminaría. Nótese la paradoja. Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados. Recalco que recurro al término medio. Fue un acierto acabar con los antiguos manicomios de los electroshocks. Y también es cierto que una persona con un brote psicótico no es consciente cuando el otro yo le ordena que mate al primero que se cruce en su camino. Esto lo considera la justicia cuando en el juicio, como le ocurrirá con este asesino, le concedan la eximente. (actualizo al saber que ha entrada en prisión; que ni tampoco porque requiere atención especial. Ahí está el problema en el sistema). ¿Y luego qué? ¿Lo tratan en un centro como el de Alicante (si es que hay plazas y medios) o en la consulta de un hospital hasta que el facultativo considere que se ha recuperado? ¿Después queda en libertad y se cruza, además en ese pueblo de cinco mil habitantes, con la familia y amigos de la víctima? Y, por cierto, cordura es la petición de la familia para no arremeter ni contra el asesino ni contra su familia. Y locos son aquellos que han descargado un odio irracional —nótese otra vez la paradoja— contra el portavoz que no tenía suficiente con este dolor. Ya no hablo de aquellos que, antes de identificar al asesino, ya decían que si era inmigrante, que si jovenlandés, que si los menas, que si el cuento de la lechera. Ya no hablemos del que proponía matar a todo el que entrara en España. Por ejemplos como este no son las armas las peligrosas, sino mentes perturbadas. Más delito tiene cuando los políticos, unos y otros, les lavan el cerebro con estos relatos para conseguir sus propósitos: amasar su masa.

Permitidme que os muestre mi punto de vista. La Ley General de Sanidad 14/1986 de 25 de abril estuvo muy bien porque acabó con los manicomios de los electroshocks. Se denunciaba que todo ingreso en contra de la voluntad atentaba contra los derechos humanos. Pero he aquí un matiz: esa voluntad según en qué casos. Pero no vamos a entrar en eso y sigamos. Dicha ley imponía el sistema de atención comunitaria (las personas afectadas quedarían al cuidado de sus familiares). Aquí está el problema. ¿Los familiares están en plenitud de capacidades para custodiarlos cuando sufren un brote o atentos en todo momento para que lleven la medicación a rajatabla? En el caso de Paco Naval, este sujeto llegó a casa y su padre lo encontró limpiando el cuchillo que cogió, valga la coincidencia, del cajón de la cocina. Admitió a su padre el asesinato, como quien cuenta cómo le ha ido el día, y añadió el motivo: «Quería saber lo que se sentía al matar y al romper las fibras y los músculos de un ser humano». El propio padre lo entregó a la Guardia Civil y a su hijo le pareció genial, como al niño que le dicen «vamos a jugar al parque». En el caso de Mocejón también fue el padre el que vio aparecer a su hijo, como si nada. De hecho, después se fueron a misa. Hoy miércoles hemos conocido por las declaraciones del padre que tuvo brotes, estuvo bajo tratamiento, pero tras un tiempo prudencial sin recaídas le retiraron la medicación. Aparte acumulaba no sé cuántos antecedentes. Entrevistaron en el matinal a una de las víctimas que fue a defender a los niños a su cargo en un colegio.

Ya os digo que me dan igual las cifras. Si depuramos responsabilidades, ¿de quién es la culpa? De los asesinos no, porque no son conscientes de sus actos; y me da igual que se me echen encima como leo en comentarios deseándoles hasta la pena de muerte. ¿Por qué no se regula la tutela de estas personas en función de su discapacidad? El espectro de las enfermedades y trastornos mentales es todo un abanico y cada caso requiere un estudio y un plan de acción personalizado. Por ejemplo, en el caso de este asesino, y similares, si se detecta que pueden sufrir brotes —incluso años después del último—, que su voluntad merma hasta el punto de perder el control sobre ella, ¿por qué no se regula por ley una tutela como se hace con los menores? ¡Y se mantendría la querida asistencia comunitaria! Y por supuesto, se debería testar la capacidad de los tutores para la tutela de estas personas… y también la de los facultativos.

Luego están los referidos. De su seguimiento a los pacientes depende que se eviten tragedias como esta y tantas. ¿Hay una negligencia? Nunca generalizo. En este tema he leído la postura de muchos de estos profesionales y resulta ser la misma; parece que se ponen de acuerdo. Cuando relacionas mente perturbada con crimen ellos te responden que el índice de criminalidad en los pacientes es mínimo y que ellos sufren más ataques de los que perpetran. Seré muy ignorante porque me resulta difícil de comprender cómo un experto en la mente humana recurre a la falsa dicotomía; a la falacia; sin hablar de las deshumanizantes cifras... el cuantificar. ¡Oiga, nadie niega que los pacientes sean víctimas de ataques! Desgraciadamente también hay crónica negra. Sandra Palo. ¿Pero porque los psicópatas —para que nos entendamos— sean minoría ya no vamos a tomar medidas? Mateo, Paco Naval o Dámaso Guillén, entre tantísimos que ni salen a la luz, fueron víctimas de ese 0,001%. ¿Hasta que no muera más gente no nos lo tomaremos en serio? Y no solo existe riesgo hacia los demás, sino que ahí tenemos las autolesiones y el suicidio en casos extremos. Así que también se protegerían a ellos.

Miremos hacia Islandia. Claro que influye su población de tan solo 300.000 habitantes. Pero vaya población de medalla. Para los que les gustan las cifras, la tasa de crímenes es de 2 por cada 100.000. No os voy a contar una retahíla de virtudes en Islandia cuando podéis bucear por la red. Pero sí recalcar un detalle: en 2013 un policía abatió a un sujeto en un tiroteo. ¡Por primera vez en la historia de ese país! Lo increíble es que el jefe de policía se pronunció en una rueda de prensa para pedir disculpas y transmitir las condolencias a la familia del abatido. ¿Qué funciona en el país más seguro del mundo? Un estado de bienestar de verdad y una preocupación por mantener a raya el crimen desde la atención, por ejemplo, hacia personas drogodependientes. Ni en sueños contaríamos en España con tal sofisticación. Y todo parte de una cultura de la propia cultura. La cultura crea mentalidad. Un islandés es civilizado, sabio, y no se le ocurriría coger el cuchillo de cocina para clavárselo al primero que se cruzara en su camino. Claro que también hay islandeses que requieren atención especializada. Reciben la atención que requieran como debería ser; con el sentido común que en otros países nos falta. Además, la gente tiene un nivel muy superior de concienciación y nadie discrimina a nadie.

Os dejo más que suficientes preguntas, por desgracia sin respuesta, para que reflexionéis. Y termino como empecé: trasmitiendo todo el apoyo a esa familia, a esos amigos y a tantos como nosotros a los que, no es una noticia más que nos anestesia, sino que empatizamos, somos sensibles y sentimos propio el dolor. Si os cuesta, tanto empatizar como comprender que el sistema debe progresar, pensad que Mateo podría haber sido vuestro hijo, sobrino, nieto… Ojalá les llegáramos a los islandeses tan solo a las suelas.

Hasta pronto, amigos.