" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

sábado, 26 de agosto de 2023

Las nuevas sensibilidades

 

No vengo a hablar de Rubiales... porque ya nos hemos enterado. Sobra decir que opino igual que la inmensa mayoría —aunque he visto comentarios en redes aplaudiendo a este… individuo—. Pienso que montar el circo mediático de siempre, transgrede el límite entre el apoyo y la falta de respeto. Más lamento que ese protagonismo no se le haya dado a la propia victoria de la selección; tampoco vimos el pasado domingo banderas en los balcones, gente en las fuentes y una caravana de coches pitando. Pero a lo que vamos. El tema del beso no consentido me hizo recordar un aspecto de la nueva película de "La sirenita". Como era de esperar, también envuelta en polémica. En la película original de 1989, el cangrejo Sebastian incita a un indeciso príncipe Erik que quiere besar a Ariel, pero, como en toda escena romántica que se tercie, se corta. En el presente remake se adaptó la letra de la canción para que el príncipe le pida permiso antes de lanzarse; obtenga el consentimiento. Creo que de por sí deberíamos de saber lo que es ético y lo que no; aunque uno ve las noticias y puntualiza que nunca está de más recordarlo. Pero hubo un pequeño detalle que me chirrió: es la bruja Úrsula (la villana) quien prevé a Erik. ¿Entonces la villana siente compasión y protege a Ariel para que no se incomode por un beso no consentido? ¡Es que estamos hablando de la villana! ¡Qué hace la mala dando buenos consejos!

A raíz de la película descubrí que tuvo su origen en un cuento de Hans Christian Andersen. En lugar de una entrada de cine opté por una antología de este escritor ("La reina de las nieves y otros cuentos") en la que se incluía "La sirenita". Como todos los demás, el cuento original me fascinó. No creo que vaya a hacer mucho spoiler de una obra clásica como esta, así que señalo la moraleja: El príncipe se casa con la otra y le rompe el corazón a la Sirenita (que por cierto, en el cuento no tiene nombre y Ariel fue una licencia más de la "Casa del Ratón") la bruja del mar, en alianza con las hermanas de la protagonista, deshacer el encantamiento y salvarle la vida; una vida que continuaría como sirena. Para ello debía matar al príncipe de una puñalada en el corazón. En el último momento se apiada y, antes que convertirse en una asesina, sacrifica su vida. Su cuerpo se convierte en espuma de mar y su alma asciende, aunque su espíritu de sirena no puede entrar al cielo, por el momento. Los otros espíritus le dicen que por cada niño que se porte bien y, mejor, si hace buenas obras, contribuirá a que la Sirenita se vaya transformando en un espíritu humano y pueda descansar para siempre.

Es la moraleja que se repetía en la mayoría de los cuentos escritos del S. XIX para atrás: el niño que debe portarse bien. Hay algo que llama la atención y es que antes no había mucho filtro. Si a su personaje favorito lo despedazaba un lobo —y contando con todo lujo de detalles: sangre, vísceras…— el niño de aquella época tampoco es que se fuera a traumatizar. Para ellos suponía leer un cuento de miedo; lo que le enseñaba a reconocer el peligro y evitarlo. Y si conocéis o leéis "Las mil y una noches", ya apaga y vámonos. Lo que hace Simbad el Marino para salir de la cueva, en nuestros días impensable. 

Se comprende que en un par de siglos a los niños no se les educa igual. Y leerles los cuentos originales ni hablar. Pero si renunciábamos a ellos, había que ir adaptándolos a los nuevos tiempos. Aunque creo que a menudo se pasan de la raya y las adaptaciones o reinterpretaciones, como se le llama ahora, van más allá de licencias creativas. Aquí quiero llegar. Hace no mucho leí un artículo acerca de una serie sobre Sisi. El productor quiso alejarse de la fidelidad y recrearse en esas licencias… aunque creo que ahí sí que se pasó o quizá sea yo el que deba adaptarse a esta nueva corriente. La serie comenzaba con Sisi manteniendo… relaciones. Aunque esta emperatriz no procede de un personaje literario, pero vayamos cogiendo el concepto: cojo algo con cierto renombre, reescribo la historia como me parece y lo lanzo con mi autoría. Y, en caso de haber derechos de autor, si ya vencieron tengo carta libre. La inmensa mayoría de las películas de Disney, habidas y por haber, son eso: adaptaciones —menos o más desfiguradas— de cuentos escritos en su época. Y claro, es que no es lo mismo vender tu obra titulada "El pato que tenía conjuntivitis", que no la conoce nadie, a lanzar tu versión a "Hamlet". Es de dominio público por lo que le puedes meter lo que quieras y es un clásico (famosa), por lo que vas a vender mucho más que la Conjuntivitis. ¡Vas a ganar mucho más! Oye, pues estoy pensando: voy a escribir una novela sobre un churrero al que le cierran el negocio y emprende un viaje para recuperarlo y la voy a titular "La Ilíada". ¿Y qué tiene que ver el clásico de la literatura universal? El churrero se llama Homero. Si con ese título voy a vender, precisamente, como churros; eso es lo que único que me importa.

A pocos autores les agradan que les modifiquen sus obras. Se puede comprender alguna licencia del director de cine turno y, casos contados. Fue sonado el cabreo que pilló Stephen King con Santely Kubric por las diferencias respecto al libro en la película "El resplandor". Cuando algo se presenta de dudosa moralidad siempre me remito a «¿Te gustaría que te lo hicieran a ti?». Esa pregunta podemos extrapolarla a cualquier otro aspecto.

Pero aún hay algo más serio. Hablamos de la censura; máxime cuando el autor ya no está entre nosotros para defender su obra y, si los derechos siguen vigentes, no hemos visto a muchos herederos rechazando el maletín repleto de fajos de verdes. Parece que esto es nuevo, aunque recuerda a la inquisición; los libros prohibidos también condenados a la hoguera. Volvimos a verlo el año pasado con la quema de cómics de "Tintín" porque en Canadá colectivos de nativos se ofendieron. Después llegó el veto en las bibliotecas de EE.UU. Pasamos este año a revisar en busca de simples palabrotas, términos considerados ofensivos o que de algún modo no encajen en nuestra época. Ya no hablamos de niños a los que les pueda impactar o traumatizar; libros para adultos. En mi opinión creo que el censor, al que imaginamos tachando con el boli rojo como si fuera Ned Flanders, no distingue la ficción de la realidad o piensa que el lector no va a distinguirla. Pongamos un supuesto: lees novela negra y no falta el crimen. No por eso cuando salgas a la calle te vas a cargar al primero que encuentres. Claro, alguien en su sano juicio. Stephen King retiró del mercado el primer libro que escribió porque trataba de una matanza en una escuela y a un psicópata le sirvió sirvió de inspiración para perpetrar otra en la realidad. Por eso recalco que exceptuando casos.

Sin hablar de obras de teatro canceladas o lecturas conjuntas, entre la lista de los «revisados»: Roald Dahl con "Charlie y la fábrica de chocolate" o la clásica "Matilda", Ian Fleming y la saga del famoso Agente 007. También, como los anteriores, de los ya fallecidos, me llamó la atención el caso de los libros de Agatha Christie. En especial "Muerte en el Nilo" porque me lo leí poco antes de conocer esta noticia. De entre eliminaciones de pasajes enteros, reemplazo de ciertos términos, topé con algo y dije ¡no puede ser! Hay una escena en la que un personaje gruñón está en una piscina de Mallorca con su madre igual de antipática. A este personaje le repelen los niños. Yo siempre pienso que el lector no es tonto y sabrá que es un personaje de ficción y no tiene por qué ofender. Pues el nuevo personaje "revisado" adora a los niños. Volvemos al principio: el villano o la villana debe hacer cosas malas y debe ofender; si fuera bueno no sería el villano.

Que haya que explicarlo… Eso es lo que me ofende o, más bien, preocupa de cara al futuro: la generación de cristal, como la llaman. Y ya no hablamos de los niños, sino de influir en la mentalidad de los adultos. A nadie le agrada sufrir cuando se esfuerza o se enfrenta a las dificultades, pero es necesario para crecer, madurar. ¿Qué sería de nosotros si nos mimaran?, ¿si nos hacen creer que pensar desgasta el cerebro? o ¿si tienen que venir a decirnos qué debe ofendernos y qué no?, ¿lo que es peor o mejor para nosotros? ¿Si nos acostumbramos a que nos lo den todo hecho? ¿Dejar que alguien piense por nosotros en detrimento de nuestra capacidad de crítica?

Hasta dentro de siete días, amigos.

domingo, 20 de agosto de 2023

Tres superheroínas que el mundo debe conocer

 

 

 Ante todo, recomiendo leerlo con la música del vídeo de fondo. Para que no se os corte en mitad de la lectura, ponedlo en bucle. De hecho, es lo que hago y, sin este tema de Pink Floyd, no me saldrían estas reflexiones. Al fin y al cabo, están inspiradas en las del cierre de Cuarto Milenio. La experiencia será mayor y encontraréis el efecto deseado.

 



Y ahora sí, adelante:


Mis amigas nunca dejarán de sorprenderme. En el ámbito de la literatura es conocido el «muestra, no cuentes», por eso quiero que sean los ejemplos los que hablen:

Esta semana, una de estas superheroínas fue a trabajar —hasta ahí normal— aunque tuvo que lidiar con unos dolores. Si no puedes más, sueles avisar a tus superiores y, si se compadecen, como mínimo te auxiliarán. Y aún así, cuando nos encontramos mal, la cara descompuesta ya supone una señal de alerta. Pero mi amiga, como la inmensa mayoría de los terrícolas, necesita el trabajo y ve la posibilidad de causar buena imagen de cara a futuros contratos. De caras y buena imagen hablamos. Se maquilló para que no descubrieran su malestar y no comprometer a la empresa. Ya digo que nunca dejan de sorprenderme. No supe cómo reaccionar ni qué decir, más allá de trasmitirle ánimos y desear que el mundo conociera tal hazaña digna de una superheroína.

Aquí el primer ejemplo entre muchos. Hablo de la misma persona que, convaleciente de una operación, se le soltaron los puntos porque tenía que cuidar de su pequeño. La misma que, con fiebres altas, se subió a una silla para limpiar los altillos. Bueno, no es que enferme a menudo, tiene buena salud como toda persona sana y joven. Aunque, si la salud causa estragos es porque no lleva la vida acomodada de una marquesa. De llevar, lleva trabajo, coche para arriba coche para abajo, contabilidad, familia, casa, no descuida a sus amistades y aún saca tiempo para estudiar. Yo cursé lo mismo en su época, con la diferencia de contar con el tiempo necesario para preparar los exámenes y llevar las tareas al día. Ella debe hacerlo por la noche. Y no hablamos de un par de horitas después de cenar. Le dan las tres o las cuatro de la mañana, apenas duerme otras tantas y el instituto no lo tiene a la vuelta de la esquina. Debe echarse a la carretera y recorrer más de veinte kilómetros. Con suerte le da tiempo a almorzar algo rápido… "con suerte". Porque debe afrontar un día más en el que, para ella y muchas como ella, 24 horas se quedan cortas. Y después de todo, asume que no hace más que cumplir con su deber. No todo es pesimista. Por la parte buena, su motivación es su familia a la que refiero como modélica. Entre sus padres, abuelos, tíos, primos y cuñados, tiene un marido al que refiero como ángel en la tierra. Es un gran amigo, más que un hermano, no encuentro calificativo. Del fruto de dos ángeles, no puede más que nacer otro ángel. Su hijo, que ya va siendo un hombrecito, tampoco deja de sorprenderme. Su madre dice que encuentra en el que siempre será su peque, esa fuerza que necesita para seguir afrontando esos días que, reitero, superan con creces las 24 horas. Y también reitero que los ejemplos hablan por sí solos. En esa convalecencia, en lo poco que pudo guardar cama, él era pequeño y quería jugar con su madre. El misterio es cómo a su corta edad lo comprendió. Le preguntó «¿Pupa, mami?». Ella le respondió: «Sí, hijo, mami tiene pupa». «Que te mejores, mami». Le besó la mano y se retiró para dejarla descansar.

 

A la siguiente superheroína le ocurrió algo similar en el trabajo. También, recién empezó, ya causó buena imagen desde la entrevista. De hecho, la entrevistadora le reconoció lo bien que se expresaba. Muchas veces me imagino a mi amiga en el atril del Congreso y, no creo que cerrara bocas, sino que las abriría… de asombro. Además de la oratoria tiene un desarrollado sentido crítico. Puedes mantener una conversación sobre cualquier tema.

Bueno, en su primer día de trabajo los cambios de temperatura entre el local y el exterior le acarrearon un resfriado. Y le dio fuerte, porque al día siguiente le costó la misma vida madrugar para acudir a su segunda jornada. ¿Solo la jornada? Hizo el favor de aceptar el doblete. Bastante le costó aguantar el tipo las primeras cuatro horas. El paracetamol no le hacía efecto, pero llegó como pudo al descanso para el almuerzo. Una vez más a uno le sorprenden. Antes de tirar con las cuatro horas restantes, aprovechó su descanso para tumbarse en una camilla y procurar reponerse del malestar general.

No es la primera vez. Estudiaba un ciclo formativo en una academia y he aquí otro misterio: ¿De dónde sacó fuerzas para mantenerse en pie cuando estaba a punto de desmayarse? Y aquello no fue una simple gripe. También asimila que cumple con su deber. De hecho, me llama la atención la manera de autoanimarse: «Hay personas que lo pasan peor, como aquellas que padecen enfermedades, hambre o viven en un país en guerra», dice. Solo alguien empático y fuerte como ella huye de victimismos y antepone problemas ajenos a los suyos. Sigo hablando con ejemplos. Ella es de esas personas que, aun tragando lo suyo, visita a una amiga o a un amigo que también pasa por un mal momento y en lugar de regalarle el oído le dice: «Ahora mismo vas a abrir la persiana, te vas a levantar de esa cama y vamos a salir de fiesta». Reconoce que tiene temperamento —yo siempre le digo que es fuerza— y no es algo de lo que se enorgullezca. Por ella es así de modesta y humilde. Siempre le digo que ese temperamento es una de sus mayores virtudes.

Conocemos los casos de acoso que, en cierto grado, trasciende hacia lo innombrable. Lo vemos a diario, por desgracia, en noticias o por lo que nos cuentan. En mi caso empatizo más al sugestionarme si les ocurriera a mis amigas. En mi opinión, deberíamos reforzar las fortalezas para erradicar las debilidades. Y aquí mi buena amiga me lo ejemplificó. Era finde, salió con unas amigas a un pub y se percató que un tipo le hizo una foto. Me lo imaginé en plan machista: «¿Qué me va a hacer una mujer?». Mi amiga, lejos de llorar, optó por la vía diplomática y se lo comentó a los porteros. Pero estos no le hicieron mucho caso. Como ella reconoce, le gusta vestir bien, maquillarse, peinarse, y puede parecer incluso pija. Así que esta dulce dama se fue para el tío a zanjar el asunto. Lo dejó de piedra. Y consiguió que borrara las fotos. Además, añadió el detalle al contármelo: «Y encima me pilló con la "amiga de rojo"».

Y esa es otra. le gusta hablar claro y, en consecuencia, odia a las personas falsas. Aspectos considerados tabú, con mi amiga aprendí a normalizarlo. De hecho, no es necesario detallar que la visita de la "amiga de rojo" es comparable o peor a gripe o una gastroenteritis. En esos días me intereso por su estado y le deseo que se mejore. Máxime cuando no puede dejar de trabajar. Con ella he aprendido muchísimo sobre feminidad. Hasta la fecha, cuando hablamos de moda, maquillaje y cosméticos, parece que caemos en estereotipos que, como tal, hay que sesgar. Con mi amiga iba de tiendas y me pedía opinión acerca de unos pantalones, una camiseta, un bolso, un cinturón y otros complementos. Le daba mi sincera opinión, ya entiendo sobre moda: «ese no me gusta, con ese tono te favorece más». Con los cosméticos y el maquillaje igual. Soy un hombre que sabe lo que es el agua micelar, los labiales semipermanentes gloss que no resequen o las bases correctoras iluminadoras. Claro que, eso quedaron como recuerdos de esta amistad que ya va camino de los veinte años. La vida le favoreció en aspectos como el independizarse. El destino une a las buenas personas y así ocurrió con su pareja. Entre los dos deben trabajar lo que no está escrito. Su novio echa unas diez horas y más y, en ella, lo habitual es salir muy temprano y regresar por la tarde. Cuando mucha gente descansa después del trabajo, aquí esta superheroína también carga con casa, facturas, es una madraza para su peludo y aún le quedan fuerzas para atender a los demás. En la actualidad cambió ticket de la tienda por el de la compra. No es que vea algo en una tienda y tenga que decirle «hasta nunca», sino que ni siquiera con su pareja ha podido disfrutar unas mínimas vacaciones porque los ahorros del bote fueron destinados a esos pagos que, para muchas familias y parejas independizadas, les son familiares.

Y con todo eso, saca tiempo para dejarme un corazón en todo lo que publico en Instagram. Lo que me gustaría es compartir lo que tiene que aportar, tanto en lo profesional (estética) y aún más en lo personal. Y, por si fuera poco, compagina su trabajo y también los días de más de 24 horas con estudios. Ya digo que he aprendido muchísimo de ella, pero, si algo destaco, es el plantearse un horizonte y dejarte el pellejo, no decaer hasta alcanzarlo.

 

La siguiente superheroína también me ha dejado, en no pocas ocasiones, como poco patidifuso. Esto que voy a contar se lo recuerdo a menudo porque nunca dejará de sorprenderme. Un día quedamos y esperé en el portal. Me extrañé porque se demoraba. En un principio pensé que le habría surgido un imprevisto. Cuando apareció, ella tan correcta que te da las gracias y se disculpa por todo, me dijo que se quedó encerrada en el ascensor. A pesar de que había movimiento de albañiles por unas obras en el bloque y pidió auxilio, no se percataron o no quisieron. Cuando le pregunté «¿cómo has salido?». Me respondió: «He abierto la puerta a patadas». A mí que me chiflan una las pelis de acción con actrices como protagonistas, se me vino la imagen de ella, en plan Angelina Jolie, abriendo una puerta de hierro de ascensor a patadas. Así de fuerte es mi amiga, tanto en lo muscular como en lo mental. Aunque nunca se lo valora porque ante todo fortalece de humildad y modestia. Eso fue lo que captó mi atención desde que empezamos a conocernos, pero más, el descubrir un potencial en discordancia con un entorno social que la denigraba. Y, aun así, ella sí que era capaz de ver el fondo en cada persona. Cuando hablamos de no discriminar a los demás, esta maestra de la vida tiene mucho que enseñarnos.

Para mí ha sido, es y será, una mentora. Pongo como ejemplo el complicado paso de la adolescencia a la madurez. Ella también lo experimentaría a la par, pues tenemos la misma edad, pero, o supo sobrellevarlo de manera magistral o no lo manifestó. Aunque, más bien creo que ya maduró mucho antes de que nos conociéramos. Siempre le reconoceré que se tragara esa época en la que me lamentaba por nada como un crío: «es que no tengo amigos. Es que no tengo quien salir de fiesta. Es que estoy un sábado por la noche jugando en el ordenador y no tomando algo» [léase con voz de quejica]. Y ya el clímax llegó cuando estábamos en un curso, nos mandaron el típico trabajo en una cartulina y a ella le tocó el tema de la depresión. Le dije que estaba preocupado porque tenía todos los síntomas. Bueno, fue la época en la que aquel loquillo que creo que maduró, creó este blog. Por eso renové la imagen y borré entradas que no correspondían y siempre me odiaré por ello. Y ella no es que te anime como hacen los amigos, no; te ayuda con toda una sesión de psicoterapia. Analiza tu problema, busca una solución y actúa junto a ti hasta el final. Aún pasando sus baches, lo oculta y no te das ni cuenta, a no ser que tenga la confianza como para contártelo. ¿Sabéis por qué lo llega a hacer incluso con personas de confianza? Porque lo raro es que pida ayuda. Lo alucinante es que por la mañana puede encontrarse de bajón y, de pronto, se autoanima, se enfunda los guantes de boxeo, pelea con los problemas y siempre gana el combate. Ella es indicada para hablar de personas autosuficientes.

En el trabajo también se ha procurado una buena imagen. Tanto, que no es que exagere, es la verdad: se la rifan. Hemos llegado a trabajar juntos y aseguro que es la perfección personificada. Como muchísimas personas, prioriza labrarse un futuro. Tanto se ha entregado que, por contar uno de esos ejemplos que hablan por sí mismos, padeció un cólico nefrítico, cuyo dolor le dio precisamente en el trabajo. En lugar de pedir la baja se cogió para la convalecencia los días de vacaciones. Y también debe bregar con el día a día y sacrificarse. También al hacer la compra debe comparar precios. A menudo le apetece algún capricho como un aperitivo o una de estas bandejitas de sushi, pero ese lugar lo ocupa algo tan necesario como el paquete de lentejas, la fruta y la verdura.

Volvemos a los estereotipos como son mujer y ámbito doméstico. Y una vez más, que sean los detalles los que hablen: al regreso del trabajo, en lugar de pillar el sofá y ver la tele se metía en la cocina y, aquí viene lo increíble, ocupaba todos los fogones. En un rato hacía la cena, el almuerzo, la cena del día siguiente, el almuerzo del día siguiente que, además, debía de congelar para que le durase una semana. Ella también lo toma como una responsabilidad y no se valora a sí misma por ello. Dicho por ella: «Machismo es no tener libertad para hacer lo que quieras». Repito: los ejemplos hablan por sí mismos. Y de entre todos, hay uno que, aunque parezca simple, ese sí que dice y mucho: diez minutos antes de dormir para ver algún vídeo de YouTube, es el todo el tiempo libre que le queda al día.

 

Dicen que lo peor que les puede pasar a los amigos de los que nos dedicamos a escribir es convertirse en personajes. En mi caso, no solo lo admito, sino que se lo dije a las respectivas tres superheroínas. En la ficción son guerreras idealizadas. En la realidad, lo acabáis de leer. No serán la Mujer Maravilla, Catwoman o Lara Croft y, aunque de igual forma sacan el coraje para luchar día tras día, los villanos a los que se enfrentan no son monstruos o el jefe de una mafia, sino correr para recoger al niño del colegio, destacar en el trabajo y con dolores o enfrentarte al recibo que el banco te devuelve.

Cada vez se visibiliza más el concepto de mujer fuerte. De vuelta a la literatura, muchos autores deben aprender a crear personajes femeninos. Lo que aprendí se lo debo a estas mentoras. Termino con algo muy curioso: surge un tema de actualidad o una noticia en relación con mujeres y quiero conocer la opinión de estas amigas. Pero ellas tienden a cambiar de tema o directamente no me responden. Al principio me chocaba, pero pronto se me encendió la bombilla. Tiene todo el sentido. No hace falta decir la respuesta, ¿verdad?

Hasta dentro de siete días, amigos.