" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

domingo, 20 de agosto de 2023

Tres superheroínas que el mundo debe conocer

 

 

 Ante todo, recomiendo leerlo con la música del vídeo de fondo. Para que no se os corte en mitad de la lectura, ponedlo en bucle. De hecho, es lo que hago y, sin este tema de Pink Floyd, no me saldrían estas reflexiones. Al fin y al cabo, están inspiradas en las del cierre de Cuarto Milenio. La experiencia será mayor y encontraréis el efecto deseado.

 



Y ahora sí, adelante:


Mis amigas nunca dejarán de sorprenderme. En el ámbito de la literatura es conocido el «muestra, no cuentes», por eso quiero que sean los ejemplos los que hablen:

Esta semana, una de estas superheroínas fue a trabajar —hasta ahí normal— aunque tuvo que lidiar con unos dolores. Si no puedes más, sueles avisar a tus superiores y, si se compadecen, como mínimo te auxiliarán. Y aún así, cuando nos encontramos mal, la cara descompuesta ya supone una señal de alerta. Pero mi amiga, como la inmensa mayoría de los terrícolas, necesita el trabajo y ve la posibilidad de causar buena imagen de cara a futuros contratos. De caras y buena imagen hablamos. Se maquilló para que no descubrieran su malestar y no comprometer a la empresa. Ya digo que nunca dejan de sorprenderme. No supe cómo reaccionar ni qué decir, más allá de trasmitirle ánimos y desear que el mundo conociera tal hazaña digna de una superheroína.

Aquí el primer ejemplo entre muchos. Hablo de la misma persona que, convaleciente de una operación, se le soltaron los puntos porque tenía que cuidar de su pequeño. La misma que, con fiebres altas, se subió a una silla para limpiar los altillos. Bueno, no es que enferme a menudo, tiene buena salud como toda persona sana y joven. Aunque, si la salud causa estragos es porque no lleva la vida acomodada de una marquesa. De llevar, lleva trabajo, coche para arriba coche para abajo, contabilidad, familia, casa, no descuida a sus amistades y aún saca tiempo para estudiar. Yo cursé lo mismo en su época, con la diferencia de contar con el tiempo necesario para preparar los exámenes y llevar las tareas al día. Ella debe hacerlo por la noche. Y no hablamos de un par de horitas después de cenar. Le dan las tres o las cuatro de la mañana, apenas duerme otras tantas y el instituto no lo tiene a la vuelta de la esquina. Debe echarse a la carretera y recorrer más de veinte kilómetros. Con suerte le da tiempo a almorzar algo rápido… "con suerte". Porque debe afrontar un día más en el que, para ella y muchas como ella, 24 horas se quedan cortas. Y después de todo, asume que no hace más que cumplir con su deber. No todo es pesimista. Por la parte buena, su motivación es su familia a la que refiero como modélica. Entre sus padres, abuelos, tíos, primos y cuñados, tiene un marido al que refiero como ángel en la tierra. Es un gran amigo, más que un hermano, no encuentro calificativo. Del fruto de dos ángeles, no puede más que nacer otro ángel. Su hijo, que ya va siendo un hombrecito, tampoco deja de sorprenderme. Su madre dice que encuentra en el que siempre será su peque, esa fuerza que necesita para seguir afrontando esos días que, reitero, superan con creces las 24 horas. Y también reitero que los ejemplos hablan por sí solos. En esa convalecencia, en lo poco que pudo guardar cama, él era pequeño y quería jugar con su madre. El misterio es cómo a su corta edad lo comprendió. Le preguntó «¿Pupa, mami?». Ella le respondió: «Sí, hijo, mami tiene pupa». «Que te mejores, mami». Le besó la mano y se retiró para dejarla descansar.

 

A la siguiente superheroína le ocurrió algo similar en el trabajo. También, recién empezó, ya causó buena imagen desde la entrevista. De hecho, la entrevistadora le reconoció lo bien que se expresaba. Muchas veces me imagino a mi amiga en el atril del Congreso y, no creo que cerrara bocas, sino que las abriría… de asombro. Además de la oratoria tiene un desarrollado sentido crítico. Puedes mantener una conversación sobre cualquier tema.

Bueno, en su primer día de trabajo los cambios de temperatura entre el local y el exterior le acarrearon un resfriado. Y le dio fuerte, porque al día siguiente le costó la misma vida madrugar para acudir a su segunda jornada. ¿Solo la jornada? Hizo el favor de aceptar el doblete. Bastante le costó aguantar el tipo las primeras cuatro horas. El paracetamol no le hacía efecto, pero llegó como pudo al descanso para el almuerzo. Una vez más a uno le sorprenden. Antes de tirar con las cuatro horas restantes, aprovechó su descanso para tumbarse en una camilla y procurar reponerse del malestar general.

No es la primera vez. Estudiaba un ciclo formativo en una academia y he aquí otro misterio: ¿De dónde sacó fuerzas para mantenerse en pie cuando estaba a punto de desmayarse? Y aquello no fue una simple gripe. También asimila que cumple con su deber. De hecho, me llama la atención la manera de autoanimarse: «Hay personas que lo pasan peor, como aquellas que padecen enfermedades, hambre o viven en un país en guerra», dice. Solo alguien empático y fuerte como ella huye de victimismos y antepone problemas ajenos a los suyos. Sigo hablando con ejemplos. Ella es de esas personas que, aun tragando lo suyo, visita a una amiga o a un amigo que también pasa por un mal momento y en lugar de regalarle el oído le dice: «Ahora mismo vas a abrir la persiana, te vas a levantar de esa cama y vamos a salir de fiesta». Reconoce que tiene temperamento —yo siempre le digo que es fuerza— y no es algo de lo que se enorgullezca. Por ella es así de modesta y humilde. Siempre le digo que ese temperamento es una de sus mayores virtudes.

Conocemos los casos de acoso que, en cierto grado, trasciende hacia lo innombrable. Lo vemos a diario, por desgracia, en noticias o por lo que nos cuentan. En mi caso empatizo más al sugestionarme si les ocurriera a mis amigas. En mi opinión, deberíamos reforzar las fortalezas para erradicar las debilidades. Y aquí mi buena amiga me lo ejemplificó. Era finde, salió con unas amigas a un pub y se percató que un tipo le hizo una foto. Me lo imaginé en plan machista: «¿Qué me va a hacer una mujer?». Mi amiga, lejos de llorar, optó por la vía diplomática y se lo comentó a los porteros. Pero estos no le hicieron mucho caso. Como ella reconoce, le gusta vestir bien, maquillarse, peinarse, y puede parecer incluso pija. Así que esta dulce dama se fue para el tío a zanjar el asunto. Lo dejó de piedra. Y consiguió que borrara las fotos. Además, añadió el detalle al contármelo: «Y encima me pilló con la "amiga de rojo"».

Y esa es otra. le gusta hablar claro y, en consecuencia, odia a las personas falsas. Aspectos considerados tabú, con mi amiga aprendí a normalizarlo. De hecho, no es necesario detallar que la visita de la "amiga de rojo" es comparable o peor a gripe o una gastroenteritis. En esos días me intereso por su estado y le deseo que se mejore. Máxime cuando no puede dejar de trabajar. Con ella he aprendido muchísimo sobre feminidad. Hasta la fecha, cuando hablamos de moda, maquillaje y cosméticos, parece que caemos en estereotipos que, como tal, hay que sesgar. Con mi amiga iba de tiendas y me pedía opinión acerca de unos pantalones, una camiseta, un bolso, un cinturón y otros complementos. Le daba mi sincera opinión, ya entiendo sobre moda: «ese no me gusta, con ese tono te favorece más». Con los cosméticos y el maquillaje igual. Soy un hombre que sabe lo que es el agua micelar, los labiales semipermanentes gloss que no resequen o las bases correctoras iluminadoras. Claro que, eso quedaron como recuerdos de esta amistad que ya va camino de los veinte años. La vida le favoreció en aspectos como el independizarse. El destino une a las buenas personas y así ocurrió con su pareja. Entre los dos deben trabajar lo que no está escrito. Su novio echa unas diez horas y más y, en ella, lo habitual es salir muy temprano y regresar por la tarde. Cuando mucha gente descansa después del trabajo, aquí esta superheroína también carga con casa, facturas, es una madraza para su peludo y aún le quedan fuerzas para atender a los demás. En la actualidad cambió ticket de la tienda por el de la compra. No es que vea algo en una tienda y tenga que decirle «hasta nunca», sino que ni siquiera con su pareja ha podido disfrutar unas mínimas vacaciones porque los ahorros del bote fueron destinados a esos pagos que, para muchas familias y parejas independizadas, les son familiares.

Y con todo eso, saca tiempo para dejarme un corazón en todo lo que publico en Instagram. Lo que me gustaría es compartir lo que tiene que aportar, tanto en lo profesional (estética) y aún más en lo personal. Y, por si fuera poco, compagina su trabajo y también los días de más de 24 horas con estudios. Ya digo que he aprendido muchísimo de ella, pero, si algo destaco, es el plantearse un horizonte y dejarte el pellejo, no decaer hasta alcanzarlo.

 

La siguiente superheroína también me ha dejado, en no pocas ocasiones, como poco patidifuso. Esto que voy a contar se lo recuerdo a menudo porque nunca dejará de sorprenderme. Un día quedamos y esperé en el portal. Me extrañé porque se demoraba. En un principio pensé que le habría surgido un imprevisto. Cuando apareció, ella tan correcta que te da las gracias y se disculpa por todo, me dijo que se quedó encerrada en el ascensor. A pesar de que había movimiento de albañiles por unas obras en el bloque y pidió auxilio, no se percataron o no quisieron. Cuando le pregunté «¿cómo has salido?». Me respondió: «He abierto la puerta a patadas». A mí que me chiflan una las pelis de acción con actrices como protagonistas, se me vino la imagen de ella, en plan Angelina Jolie, abriendo una puerta de hierro de ascensor a patadas. Así de fuerte es mi amiga, tanto en lo muscular como en lo mental. Aunque nunca se lo valora porque ante todo fortalece de humildad y modestia. Eso fue lo que captó mi atención desde que empezamos a conocernos, pero más, el descubrir un potencial en discordancia con un entorno social que la denigraba. Y, aun así, ella sí que era capaz de ver el fondo en cada persona. Cuando hablamos de no discriminar a los demás, esta maestra de la vida tiene mucho que enseñarnos.

Para mí ha sido, es y será, una mentora. Pongo como ejemplo el complicado paso de la adolescencia a la madurez. Ella también lo experimentaría a la par, pues tenemos la misma edad, pero, o supo sobrellevarlo de manera magistral o no lo manifestó. Aunque, más bien creo que ya maduró mucho antes de que nos conociéramos. Siempre le reconoceré que se tragara esa época en la que me lamentaba por nada como un crío: «es que no tengo amigos. Es que no tengo quien salir de fiesta. Es que estoy un sábado por la noche jugando en el ordenador y no tomando algo» [léase con voz de quejica]. Y ya el clímax llegó cuando estábamos en un curso, nos mandaron el típico trabajo en una cartulina y a ella le tocó el tema de la depresión. Le dije que estaba preocupado porque tenía todos los síntomas. Bueno, fue la época en la que aquel loquillo que creo que maduró, creó este blog. Por eso renové la imagen y borré entradas que no correspondían y siempre me odiaré por ello. Y ella no es que te anime como hacen los amigos, no; te ayuda con toda una sesión de psicoterapia. Analiza tu problema, busca una solución y actúa junto a ti hasta el final. Aún pasando sus baches, lo oculta y no te das ni cuenta, a no ser que tenga la confianza como para contártelo. ¿Sabéis por qué lo llega a hacer incluso con personas de confianza? Porque lo raro es que pida ayuda. Lo alucinante es que por la mañana puede encontrarse de bajón y, de pronto, se autoanima, se enfunda los guantes de boxeo, pelea con los problemas y siempre gana el combate. Ella es indicada para hablar de personas autosuficientes.

En el trabajo también se ha procurado una buena imagen. Tanto, que no es que exagere, es la verdad: se la rifan. Hemos llegado a trabajar juntos y aseguro que es la perfección personificada. Como muchísimas personas, prioriza labrarse un futuro. Tanto se ha entregado que, por contar uno de esos ejemplos que hablan por sí mismos, padeció un cólico nefrítico, cuyo dolor le dio precisamente en el trabajo. En lugar de pedir la baja se cogió para la convalecencia los días de vacaciones. Y también debe bregar con el día a día y sacrificarse. También al hacer la compra debe comparar precios. A menudo le apetece algún capricho como un aperitivo o una de estas bandejitas de sushi, pero ese lugar lo ocupa algo tan necesario como el paquete de lentejas, la fruta y la verdura.

Volvemos a los estereotipos como son mujer y ámbito doméstico. Y una vez más, que sean los detalles los que hablen: al regreso del trabajo, en lugar de pillar el sofá y ver la tele se metía en la cocina y, aquí viene lo increíble, ocupaba todos los fogones. En un rato hacía la cena, el almuerzo, la cena del día siguiente, el almuerzo del día siguiente que, además, debía de congelar para que le durase una semana. Ella también lo toma como una responsabilidad y no se valora a sí misma por ello. Dicho por ella: «Machismo es no tener libertad para hacer lo que quieras». Repito: los ejemplos hablan por sí mismos. Y de entre todos, hay uno que, aunque parezca simple, ese sí que dice y mucho: diez minutos antes de dormir para ver algún vídeo de YouTube, es el todo el tiempo libre que le queda al día.

 

Dicen que lo peor que les puede pasar a los amigos de los que nos dedicamos a escribir es convertirse en personajes. En mi caso, no solo lo admito, sino que se lo dije a las respectivas tres superheroínas. En la ficción son guerreras idealizadas. En la realidad, lo acabáis de leer. No serán la Mujer Maravilla, Catwoman o Lara Croft y, aunque de igual forma sacan el coraje para luchar día tras día, los villanos a los que se enfrentan no son monstruos o el jefe de una mafia, sino correr para recoger al niño del colegio, destacar en el trabajo y con dolores o enfrentarte al recibo que el banco te devuelve.

Cada vez se visibiliza más el concepto de mujer fuerte. De vuelta a la literatura, muchos autores deben aprender a crear personajes femeninos. Lo que aprendí se lo debo a estas mentoras. Termino con algo muy curioso: surge un tema de actualidad o una noticia en relación con mujeres y quiero conocer la opinión de estas amigas. Pero ellas tienden a cambiar de tema o directamente no me responden. Al principio me chocaba, pero pronto se me encendió la bombilla. Tiene todo el sentido. No hace falta decir la respuesta, ¿verdad?

Hasta dentro de siete días, amigos.

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