" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

domingo, 13 de agosto de 2023

Gran Hermano (el de la vida real)

 


Uno de los atractivos que tiene 1984 de George Orwell, como en toda buena obra de ciencia ficción que se precie, es la imaginación. La vida —privada, tan íntima como la imagen ilustra la presente reflexión— de aquellas gentes de Oceanía, quedaba supeditada a un dios: el Gran Hermano; el ojo que todo lo ve. La novela nos narra desde la perspectiva de su protagonista, Winston, cómo cualquier ciudadano interactúa y es controlado por el Estado. Por ley, todas las viviendas deben contar con pantallas de televisión en las que aparece una chica que obliga a hacer gimnasia y, alguien más, observa cada aspecto de la vida de los ciudadanos. También por ley, nadie puede estar a solas, no sea que piense por su cuenta, se exprese y ello comprometa la imagen del Gran Hermano. Pobre de aquel que, incluso hablando en sueños, injurie contra el sistema establecido. En 1984 aprendemos que sin control no hay poder. A finales de los 90 alguien se inspiró en este Gran Hermano de Orwell y creó el famoso "reality show". Si os gusta GH, ya sabéis este dato.

En la introducción de la obra, impresa en el mismo libro, se dice que ha sido un referente para los gobiernos; precisamente, para no incurrir en los errores o atrocidades que evidenciaba el visionario autor. O eso creía hasta el 3 de febrero de este 2023. Se hizo viral el titular: «"1984", "El Señor de los Anillos" de Tolkien y las obras se Shakespeare, en el punto de mira del Gobierno británico». La lista, con otros libros como "El guardián entre el centeno", películas y series, no terminaba aquí. Hablamos de la lista denominada por la Unidad de Investigación, Información y Comunicación (RICU) a través del programa «Prevent», como «banderas rojas». Argumentaban que estas obras suponían una amenaza para la seguridad nacional, ya que su influencia podría llevar a la radicalización y, en consecuencia, aparición de organizaciones criminales. Ya no basta con leer la obra de C.S. Lewis; ver en familia las películas de este clásico infantil como son "Las crónicas de Narnia", podría incurrir en una investigación y la irrupción en tu domicilio de un destacamento de los SWAT, con los helicópteros de las Fuerzas Aéreas sobrevolando tu azotea. Por contrapartida, la quema de este material —quema de libros, como en la Inquisición y en los conocidos estados e imperios totalitarios—, se reconocerá como una señal de protesta y despejará toda sospecha por el simple hecho de mostrarte partidario a los dogmas gubernamentales. Vamos, una de las muchas caras que tiene la censura. Y hemos visto que no exclusiva de unos o de otros.

Por ello, un servidor prefiere pensar por sí mismo frente a lo establecido por el líder político, sectario o religioso (y lo digo siendo católico. La diferencia es que creo porque así lo considero, no porque nadie me haya "convencido"). Desde mi neutralidad, después de leer los dos clásicos de Orwell, veo que también en la realidad todo se reduce a «control=poder». No voy a extenderme con la idea de estatismo. Como dijo Iker en una de sus reflexiones de esta temporada: «Habrá a quien prefiera que le digan lo que tienen que hacer o pensar; a mí no». Pienso, y sé que muchos vosotros también, que los excesos —los extremos— nunca son la mejor opción. La ausencia de control conllevaría el caos y demasiado control a la tiranía. Apelo por el equilibrio, el sentido común. Algún día espero descubrir el misterio: por qué la sensatez y la política están reñidas. Hasta entonces, continuaré desahogándome mediante estas letras y terminaré de explayarme en los libros. En mis libros, en especial "En el nombre de Arcadia", me gusta incluir y resaltar estos temas en la trama, en la historia de los personajes. «A Mengano le robaron el coche, cogieron al culpable, pero lo soltaron por insolvente». Para que el lector o lectora piense: «¡Anda! Pues lo que le pasó a mi vecino el del tercero, aunque a él le entraron a robar en casa. O a mí que dieron un tirón del bolso, lo cogieron, pero también lo declararon insolvente. Y encima la denunciada fui yo porque le eché espray pimienta». No me dedicaría a escribir si no trasmitiera emoción, empatía, ¡que los lectores piensen por sí mismos y reflexionen! Por eso digo que, con mi último libro, más allá de una sucesión de páginas y una historia entretenida, cobraría sentido si formamos una comunidad. Que Mengana, la del tirón y el espray, dé a conocer su historia y en esta se vea reflejado Juanito, al que le robaron el coche. Y a su vez, todos puedan compartir sus opiniones o experiencias. Por poner otro ejemplo, alguien que pasa por una situación complicada, puede sentir alivio al conocer la historia de superación de otra persona. Esas dos personas pueden ayudarse. ¡Ese es el sentido de comunidad! Vivimos en la era de internet; las RR.SS. Obras como 1984, denuncian que un pueblo dividido es susceptible al control del líder de turno; porque nadie puede pensar por sí mismo; nadie puede comunicarse con nadie, aprender los unos de los otros. Por eso para los poderosos estas obras suponen una amenaza. Sigamos con el tema del control.

En mi Arcadia un personaje aprendió el oficio de herrero y se gana la vida vendiendo lo que forja. En la vida real incurriría en un delito. Pongo mi experiencia: yo escribo por vocación, no con afán de lucro. Aparte, mi otra destreza es el dibujo; en especial las acuarelas. Cuando publiqué "En busca de su encuentro", ya cumplí mi sueño al, precisamente, publicar un libro. Ahora mi sueño es poder trabajar de lo que me gusta. Pero lo veo como algo lejano y casi inalcanzable. No porque venda poco, sino por el control a nivel estatal. Yo no puedo vender por mi cuenta. Reconozco que promociono el libro con un ojo cerrado y el otro abierto. Los que habéis dado historia en clase, conoceréis la figura de aquellos mecenas de la Edad Media y el Renacimiento. En la actualidad se le conoce como crowdfunding (micromecenazgo). Para los que no sepáis qué es: hay plataformas en las que expones tu idea, como publicar un libro, y a quien le interese, aporta una cantidad de dinero. A cambio se le suele ofrecer alguna recompensa como una edición especial, productos de merchandising e incluso una cita (una cena con un cantante, por ejemplo). Si tú haces eso, das a entender al Estado que tienes una actividad económica, ergo darte de alta como autónomo y pagar religiosamente hasta el IVA (y no bromeo) por esa cena que ofrece el cantante. Con lo bonito que sería dedicar tus conocimientos a lo que en verdad te interesa, como escribir y pintar. Si no puedes permitirte los honorarios de un asesor fiscal, tienes que aprender acerca de IRPF, facturación, modelo 346, IAE, etc., etc., a no ser que quieras pagar la sanción que te corresponda o conocer de primera mano el hotel «A la sombra» o el «Entrerrejas». Pero si ganas 100€ al mes y tienes que pagar 290€ de cuota a la Seguridad Social, ¿tengo que ponerlo de mi bolsillo? Se argumenta que contribuimos al mantenimiento de la sanidad, la educación…, el estado de bienestar, en definitiva. Yo creo que sería más justo y equitativo contribuir en función de un porcentaje: de esos 100€ pagas el 20%, por ejemplo. Nos gusta que nos hablen claro, no que nos traten como a críos de cinco años. En un programa de tertulia salió este tema y alguien respondió: «Es el que Estado, endeudado hasta las trancas, necesita toneladas de dinero». Yo creo que la solidaridad es algo que debe proponerse, no imponerse. Cuando hablamos de contribuir para el pago de las pensiones y ayudas sociales, en verdad, nos referimos a las retenciones de esos beneficiarios (o así debería de ser en la teoría); es preferible a costear… lo que ya sabemos.

Informándome sobre estos asuntos, lo que hago desde hace años debido a mis sospechosa y delictiva actividad como escritor y dibujante, me llamó la atención un artículo. Hablaba en plata, como nos gusta: «Para unos, Pepito, que ya tira cañas junto con la tapa de bravas, va a ser el clásico explotador en potencia. Para otros, es un mindundi que ha montado un bar». Así ven los de arriba a los emprendedores. Que son comerciantes, no es que tengan cuentas en Suiza. Y gran parte de la opinión pública también, fieles a los dogmas de su líder.

El otro día, leyendo acerca de esto en una publicación de la escritora y emprendedora Ana González Luque, uno será muy sensible, pero un comentario me partió el corazón. Sentí muchísima pena e impotencia, después de esa factura que acabamos de leer. Cito textualmente y sacad vuestras propias conclusiones:

 

«Fer el 30 mayo, 2023 a las 11:21 pm:

Hola, Ana. Gracias por tu blog. Soy profesor de un instituto público y llevo unos ocho meses publicando libros en Amazon. Al principio pensé que no iba a vender casi, pero con los meses he ido ingresando dinero, una media de ciento y pico euros. Pregunté a un par de abogados y en un sindicato cómo tendría que declarar el dinero y me dijeron que los declarara como rendimientos del trabajo, pero que no hacía falta darme de alta en autónomos porque mis rendimientos eran muy inferiores al salario mínimo interprofesional. Y me lo dijeron dos abogados distintos y también el abogado de un sindicato, así que no volví a pensar en el tema. Pero ayer leí este blog y alguna otra información por internet, y he decidido cancelar mis publicaciones porque no quiero complicaciones. Quizás me debería haber dado de alta en autónomos, y de haber leído este blog lo habría hecho, pero me informaron de otra manera. Es una pena, porque me gusta mucho escribir, pero estas complicaciones de papeleo me han quitado las ganas. A partir de ahora ya no voy a publicar y, por lo tanto, no voy a ganar dinero con los libros (aunque Amazon tarda dos meses en pagar, con lo cual seguiré teniendo ingresos en junio y julio). Si siguiera vendiendo libros, me daría de alta sin duda, después de leer tu blog, pero no sé si ya tiene sentido, puesto que no voy a seguir vendiendo. ¿Qué opinas? ¿Qué harías en mi lugar? Evidentemente pienso declarar todo el dinero en la declaración de la renta. Muchas gracias.

 

Ana González Duque el 2 junio, 2023 a las 9:28 am:

Yo creo que ciento y pocos euros no te van a dar problemas con Hacienda. Existe jurisprudencia en la que se ha desestimado pagar autónomos si los rendimientos estaban por debajo de la cuota (ojo, no del SMI). Si te gusta escribir y has conseguido ciento y pico con tu primer libro al mes, seguro que con el tiempo ingresarás más. ¿Qué haría yo? El primer año de autónomos la cuota es reducida. Yo seguiría escribiendo y publicando a pesar de tener que pagar la cuota, creo que te compensará. Yo lo hice mientras trabajaba como médico».

 

Qué pena no poder desarrollar tu talento, dedicarte a lo que te gusta. Lo sentí muchísimo al imaginar que este hombre tuviera que renunciar a su pasión porque no se pudiera permitir pagar la cuota de la S.S.; que no baste con declarar los ingresos y contribuir en función a estos. Cuando el abuelo reparte entre su familia la paga de diciembre, hasta eso hay que declararlo. Y si recibes, aunque sea 1€ al mes porque te salen algunas clientas para la pedicura, se te aplica el principio de habitualidad y a pagar la cuota y, recalco, de tu bolsillo.

Me gusta escribir terror y ya expliqué por qué en el dominical anterior. Aunque considerar que vigilan todos nuestros movimientos —desde bancarios hasta lo que buscas en Google—, reconozco que eso me da más miedo que los fantasmas o los extraterrestres. Pero bueno, como aconsejaba Ana González Duque, por unos cientos de euros no vas a llamar la atención. Por una entrada como la presente tampoco. Es mejor que siga siendo un mindundi más al que nadie lee. Como no influyo en nadie, uno puede hablar sin tapujos, sin miedo al control. Quien me lea bien y quien no, pues nada. Me desahogo y con eso me basta. Siento la verborrea, pero lo hago a posta. Esa es la esencia de estas reflexiones porque no me dirijo a un ministro, sino a ti. Y nunca olvidéis que control=poder y que 2+2=5.

Hasta dentro de siete días, amigos.

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