" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

jueves, 22 de abril de 2010

La pared en tu camino



Cuando vas tranquilamente caminando por el sendero de la felicidad y la armonía, cuando de repente esa paz y esa calma da de cara con el muro de piedra. Te encuentras de pronto en mitad de tu camino, sabes que debes superarlo; hay que seguir avanzando. Pero te agobias, no encuentras el modo de cómo superar esa pared y, mientras te ahogas en una charca la sugestión te vence; te quedarás para siempre atrapado. Pensarás que esa pared de te ha vencido; que una roca es más dura que tú y que, por lo tanto, es irrisorio tan solo pensar que puedes luchar contra ella.

Ves que una pequeña y minúscula hormiga te sobrepasa. Se encamina decidida hacia esa pared. Sin esfuerzo, trepa por las rocas con la misma facilidad con la das un paseo. Sube hasta lo más alto y desaparece de tu vista. Piensas: cómo una insignificante hormiga ha superado lo que, para ti, que eres mucho más grande, colosal obstáculo para ella. Algo que no te alcanza ni a la suela de tus zapatos, algo que hasta podías aplastar con solo pisotear, te ha dejado como alguien insignificante. Te ríes de ti mismo.

Entonces el orgullo te da un toque de atención y te diriges con decisión hacia esa pared. Lo intentas. Con mesura te agarras a los primeros salientes en la roca, pero caes. Te desanimas y aceptas la derrota.

Una segunda hormiga te desafía. El coraje te motiva y te anima. Parece imposible, pero lo intentas una y otra vez. Aunque siempre resbalas con la misma piedra y vuelves a caer. Declina el día y sientes que todo te abandona. Decides descansar, pero duermes ilusionado porque lo has intentado, no te has rendido y valoras tu esfuerzo. Duermes pensando que cuando amanezca un día más te enfrentarás a esta. Te empecinas que en algún momento pasarás al otro lado. Y esa mañana te levantas y lo primero que ves es la pared. Te vas para ella y peleas contra sus salientes, pero de nuevo fracasas. Una vocecilla en tu interior te dice que no vales nada, que eres un excremento para el mundo y que te rindas. Tienes dos opciones: caer para no levantarte nunca más y rendirte a ese demonio interior o dejarte la piel, la vida si hiciera falta, en levantarte una y otra y otra…

Al borde del desfallecimiento te das un ultimátum. Si fracasas, por enésima vez, te quedarás allí atrapado para siempre, a riesgo de hacerlo en el espeso bosque y para siempre perderás el sendero de la felicidad. Sigues peleando contra ese demonio. No te vas a rendir. Cada vez te concentras más que la anterior. Con delicadeza eliges muy bien cada piedra donde apoyar tus pies y tus manos. Ves que te vas superando porque estás subiendo, llegando a donde no lo conseguiste las otras veces. Se te escapa una sonrisa porque algo te dice que lo estás consiguiendo. Cada vez con más entusiasmo y más esperanzas de conseguir tu reto, le prestas más atención a qué piedras escoger para apoyarte. Las fuerzas te abandonan porque lo estás dando todo, pero la satisfacción te las renueva; te empuja. Miras hacia arriba. ¡Estás llegando a lo más alto!

Y cuando estás a punto de coronar, paras. Vuelve el negativismo y piensas cómo vas a ingeniártelas para bajar. Cuando llegas arriba ves que no existe tal bajada. Ante tus ojos aparece la continuación de ese camino de la felicidad. Al volverte, ves que ya quedó atrás el farragoso por el que has venido; esa subida por la que avanzaste hasta que diste con la pared. Es ahora cuando te das cuenta dónde están tus límites y hasta dónde eres capaz de llegar. Lo que no puedes ver es la pared porque está bajo ti, a tus pies, como esas hormigas que te desafiaron. Es necesario volver la mirada una última vez para no olvidar que has llegado a lo más alto porque te has dejado la piel; nadie te ha ayudado; sabías que nadie te iba a regalar nada. Ves los excrementos tirados en el suelo, esos que se rindieron a sus demonios, y te alegras de creer en lo que hacías, no en lo que te decían. Y ahora sí que das los primeros pasos al frente por el llano sendero de la felicidad.




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