" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

domingo, 8 de octubre de 2023

Por esto escribo y dibujo

 

Desde que vi este fotograma sentí la necesidad de escribir esta reflexión. La escribo para mí, para desahogarme, pero mejor si la comparto con vosotros.

                       

                            

No sé ni por dónde empezar. Bueno, ante todo aclarando que aborrezco el sensacionalismo y mucho más el protagonismo; estamos hablando de una tragedia con víctimas, inocentes. Gracias a Iker, Carmen y todo el equipo que anoche en La Estirpe de los Libres nos hicieron llegar esas imágenes que, aunque muy duras, necesarias para no vivir de espaldas al mundo. Amén de la información que se trató y el sentir el apoyo mutuo; también la opinión desde el sentido común. Al respecto se entronca esta reflexión.

Con sinceridad os digo que, ante toda calamidad en la que pierden los inocentes, seré muy sensible, muy blando, pero me afecta como si las víctimas fuesen mis amigos o familiares. Repito que no utilizo una tragedia; necesitaba expresarme. Considero un misterio que me afecte tantísimo; y no solo una guerra; cualquier calamidad. Por ejemplo, con el reciente suceso en las discotecas de Murcia pensé que podían haber sido mis amigos o familiares.

Qué irónico… Presentaba ayer la primera parte de esta… llamémosle guía para conocer el mundo del terror aplicado a la ficción. Ya de primeras diferenciaba entre el terror sobrenatural y el real. También adelantaba que he experimentado encuentros con lo extraño desde pequeño; lo que influenció mi interés por estos temas. No me dan miedo los fantasmas. Anoche en La Estirpe de los Libres pusieron las imágenes de la gente que huía de un concierto tras el amerizaje de estos "T-palabra" en ala delta. Tengo que parar un momento porque cuesta seguir… Como el pueblo de Israel cuando dejó al faraón y su tropa y celebraron la libertad al otro lado del Mar Rojo, esa gente de todo tipo: jóvenes, adultos, mujeres, hombres y no sé si niños; inocentes… Siento no dar una lectura fluida, pero cuesta… Un convoy les esperaba y abrieron fuego. Parece que nos acostumbramos e incluso decir que las guerras y los atentados como el descrito, están a la orden del día. Y aún peor. Se han visto comentarios justificando esta barbarie. Hay quienes ven la guerra o las masacres desde el mero punto de vista geopolítico o ideológico. Aborrezco esa dualidad que ya vimos con la guerra de Ucrania. «Con los ucranianos todo el mundo se vuelca porque son rubios con los ojos azules». Por favor… Ahora la tenemos en Oriente. En este caso, yo no veo si Israel empezó primero, si Palestina contratacó, si lucha por su tierra o si damos prioridad a unas partes del mundo que a otras. No veo una guerra desde un mapa, como lo haría un estratega. Veo las historias de los inocentes, como esta del concierto; una de muchas. En algo sí que coincido con muchos: toda guerra se origina en un juego político y son los inocentes los que pierden. Por eso «En una guerra pierden todos», no es una frase más. Tanto aquí como en Ucrania, como vimos en Irak y Afganistán, en toda guerra, qué culpa tienen esos niños. 

Lo pinté, lo expresé, cuando comenzó la guerra de Ucrania. Como veréis más adelante, ya tenía esta imagen en mente para la cubierta del segundo libro de la trilogía.

Voy a responder al título de esta reflexión. Recalco que sería cuanto menos ruin aprovecharse de estas calamidades para atribuir protagonismo, promocionar y menos vender. Respecto a las ventas —si me llaman tonto por esto, lo admitiría—, no escribo un libro para sacar dinero. Si pudiera lo regalaba, de verdad. Con lo que pueda ganar, lo que no haré es pegarme una mariscada a la salud de mis lectores. Lo destinaré a más tiradas y ya quisiera publicar el segundo de la trilogía. Ya que menciono el segundo, respondo con un adelanto que sirva para ilustrar a lo que me refiero.

El 11 de septiembre de 2021 vi en Discovery un documental por el 20 aniversario del ya conocido atentado y después echaron la famosa película protagonizada por Nicholas Cage. Al igual que veo en una guerra, me impactaron las imágenes, las historias de la gente que estaba a pie de calle. En concreto unos que se refugiaron en un establecimiento para cobijarse de esa nube de polvo que lo oscureció todo. Parece que los estamos viendo en ese estado de pánico, tratando de contactar con los suyos. Las líneas colapsadas, la gran Nueva York sumida en el caos; algo que superaba a cualquier película de corte apocalíptico.

En ese momento me quedaba muy poco para terminar el borrador de "Mensajes de ultratumba". Ya tenía en mente la trama del siguiente. Aquellas imágenes me inspiraron un capítulo de este segundo libro (terminé el borrador en abril) titulado "La masacre del mercado". No voy a hacer spoiler por resumirlo. Como en la realidad podría pasar —y de hecho ha pasado— en un día cualquiera la gente hace la compra; lo cotidiano, charlan unos con otros e incluso bromean con los tenderos. No podía faltar un niño de la mano de su madre. El chiquillo está muy contento porque ella le ha comprado el cuento que quería. Lleva el colgante de una margarita que es el símbolo de la inocencia. Me gusta jugar con el simbolismo.

El mercado se instala en una plaza y se extrañan porque oyen jaleo. Se alertan al darse cuenta de que se aproxima. Entre esa batahola distinguen gritos. Ya saben que está pasando algo y echan a correr. A la mayoría no les da tiempo y cuando acuerdan tienen encima a una hueste de mercenarios. Muchos se refugian en una posada que da a la plaza. Lo que menos esperan es ver caer unas piedras impregnadas en un polvo, por el cual, al impactar explotan. Cuando parece que todo ha terminado vemos a esa gente corriendo de un lado a otro, preguntando por su marido, mujer, hijos, madre o padre. En el contexto de esa situación, los guardias de la ciudad abaten a los mercenarios, pero uno comete un error al cargar contra el dragón al que a su ristra va el otro jinete con otra de esas piedras. Al ser abatido suelta la piedra e impacta en una de las zonas habilitadas a la asistencia de heridos.

En esta ciudad se encuentra el castillo de la reina, la cual está encubriendo a unos prisioneros que escaparon de estos mercenarios. A uno de los abatidos le descubren una nota en la que advertía: «O nos entregáis a los prisioneros o se derramará más sangre inocente».  

Al pintar en acuarela la contracubierta elegí la escena del niño que os mencionaba y su madre. Recordad que iban de la mano. Se soltaron cuando fueron víctimas del ataque. En el último aliento se volvieron a unir. Al lado se aprecia ese cuento; también símbolo de la inocencia. Aunque, no da buena espina el oso, ¿verdad? Es el lobo bajo la piel del cordero. De hecho, hay otro capítulo titulado así. 


Evidentemente esta imagen es demasiado cruda para una contracubierta. Pero Así lo sentí, así lo expresé, y este es el tono que tendrá el segundo de la trilogía.

 
Le apliqué un filtro azulado para suavizar tal crudeza. Por cierto, ya habréis notado que representa la escena descrita.

Si la masacre está inspirada en el 11-S, la trama de la madre y su hijo en una escena de "Las Dos Torres". Aunque Tolkien —que luchó en la Primera Guerra Mundial y sabía de lo que hablaba al respecto— expresó en "El Señor de los Anillos" su rechazo a toda guerra, me inspiré en una escena de la película que ideó el actor que encarnó al rey Theoden; Bernard Hill. Sí, me refiero a esa en la que se está frente a la tumba de su hijo caído en combate. Se derrumba tras pronunciar la mítica frase: «Ningún padre debería enterrar a sus hijos». Se la dijo una mujer que acababa de perder a sus hijos en un atentado en Irlanda. 


Por eso, los autores, los actores —como en el caso de Bernard Hill—, sentimos la necesidad de expresarnos; más allá de promocionar nuestras obras. En mi caso lo diré hasta la saciedad: tanto en la escritura como en el dibujo, quiero compartir inquietudes que de seguro nos interesan a todos; a todos los que somos humanos con una pizca de sensibilidad hacia las desgracias ajenas. Y repito de nuevo: es despreciable recrearse en el morbo y utilizar casos reales para inspirarnos porque sí o menos para llamar la atención; utilizarlos. Nos mueve aportar algo ante un mundo cada vez más anestesiado por la frecuencia de todo tipo de desgracias; ya sea una guerra, una catástrofe o el asesinato de una persona a manos de un monstruo.

Muy pronto lo contaré con el detalle que merece, pero considero al menos mencionarlo. Hace unos años (no recuerdo sí entre 2015 o 2017) soñé con Jesús. Él estaba de espaldas. Yo le dije muy apurado: «quieren juzgarte y matarte. Puedo conseguirte un abogado para el juicio». A lo que me respondió con una voz muy cálida, pero a la vez inquieta: «Ayúdame. Tú puedes salvarme». Suena estrambótico. Lo cuento tal cual lo que soñé y no gano nada con inventármelo. No quedó todo en un simple sueño, pero ese ya os lo contaré en su momento. Más ridículo suena pensar en que soy como Harry Potter, el elegido. No, por favor. Peor suena que voy a cambiar el mundo. Al poco fui comprendiendo el significado que le di: aportar lo poco que pueda; y ello lo hago mediante la escritura y el dibujo. Puedo denunciar las barbaries como en el ejemplo del capítulo, pero me quedo conforme con algo menor: otorgarle un mensaje, unas palabras de aliento a quien lo necesita. Mediante la ficción como entretenimiento, hacer olvidar a una persona los problemas del día a día. Invitar a la reflexión, despertar esos buenos sentimientos que todos los que estáis leyendo estas líneas tenéis. Una llamada a la acción. Y por Dios, nada de violencia. Precisamente para demostrar que, al final, la paz es más poderosa que la maldad y siempre vence. Todos podemos hacer algo, empezando por nuestro entorno más cercano. «Si te señalan una mejilla, preséntale la otra», pues eso.

No me extenderé más. Me siento mucho mejor después de desahogarme. Gracias, de todo corazón, por leerlo. Puede parecer un halago, pero no, así es lo como lo siento. Os veo como a seres humanos (obvio [inserte risas]). Vosotros sabéis a qué me refiero. En este mundo, me hace feliz y encuentro sentido a la existencia gracias al mero de hecho de contar con vosotros. Al veros, sé que hay esperanza.  

Hasta pronto, amigos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario