" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

viernes, 29 de marzo de 2024

La vez que soñé con Jesucristo y lo que ocurrió después

 

Traslado de mente a la acuarela, la visión que tuve de Jesús en este sueño. Siempre de espaldas y ni siquiera le vi las manos.

Ante todo, quiero dejar claro que no gano ni pierdo nada con esta experiencia. Lo cuento tal cual sucedió y lo dejo a vuestra interpretación. Como es evidente, saqué mis propias conclusiones, las cuales ameritan una reflexión al final. También es evidente que algo como esto no se olvida y, como mínimo, llama la atención. Así recuerdo este sueño que tuve allá por 2015 o 2016 —el año sí que lo voy olvidando—, pero eso es lo menos relevante comparado con la naturaleza de un sueño como este. Así sucedió:

 

Estaba en un instituto. Nos agolpábamos frente a los tablones de anuncios. Habían publicado las notas finales. En un momento dado, me dirigí hacia las taquillas grises con un ligero toque azulado. Frente a ellas se erigía de espaldas un hombre de túnica blanca y cabello castaño claro, liso y a media melena. Lo reconocí como Jesús. Me quedé petrificado; además en un sitio tan mundano como un instituto. Sabía que se trataba de una aparición y me sentía dichoso porque entre tantos, me eligió. Le advertí que querían matarle; que su pueblo iba a entregarlo a la justicia romana y acabaría crucificado. Le rogaba para que se salvara y le prometí hacer todo cuanto estuviera en mi mano. Recuerdo que hasta le dije que le encontraría un abogado que lo defendiera en los juicios. Pero él, sin darse la vuelta, me contestó con parsimonia, aunque a la vez intuí en su voz aterciopelada cierto temor:

—Tú puedes salvarme. No dejes que me maten.

—¿¡Cómo¡? —le exclamé angustiado, pero no respondió. Al poco desapareció y desperté.

 

A la noche siguiente, como en un sueño lúcido, estaba en mi época de voluntario de Cruz Roja (que en verdad lo fui en su tiempo), en la antigua sede en el barrio cordobés de Lepanto. Era un edificio tan antiguo que se llamaba Cuartel de Alfonso XII porque se construyó por orden de dicho rey. En este sueño entraba al patio, bajaba una rampa hacia un sótano procurando volver a soñar con Jesucristo. Tenía la intención de que esta vez la aparecida sería la Virgen. Quedé con el mensaje escueto y esperaba que madre o hijo arrojaran algo más de luz. Pero quedó en una ilusión, puesto que ya no volví a tener este tipo de sueños y comprendí que evidentemente escapaban a mi voluntad.

A los pocos días, caminando por la calle y mientras le daba vueltas al mensaje que trató de transmitirme —ante la duda de si solo había sido un sueño—, agaché la cabeza y encontré en el suelo un anuncio de los que se pegan en las farolas para que cojas los números de teléfono, a la razón de Salvador. Pudiera ser casualidad, aunque no pude evitar cierta interpretación.

Con los años he ido comprendiendo qué quería decir. El Domingo de Resurrección del año pasado, el 9 de abril del 2023, me apeteció despedir la Semana Santa de la forma más solemne, la que va más con mi estilo, con mi percepción del cristianismo. En Córdoba es un lugar de interés las Ermitas y costumbre subir la montaña sobre las que se erigen. Muchos lo hacen por mero senderismo y yo como peregrinación. De hecho, hasta en lo que escribo suelo comparar el subir una montaña con la fuerza que hay que sacar día a día para afrontar ese camino que tan cuesta arriba se nos hace que es la vida misma; el triunfo que supone coronar la cima. A la entrada de la Ermita de Belén, una de las trece, me llamó la atención un cuadro que inmortalizaba la aparición de Jesús Nazareno al religioso Francisco de Santa Ana (aquí podéis conocer su historia más a fondo y, de paso, las Ermitas a través de la web de su asociación); y más la similitud del mensaje: «Francisco, de esta manera me tratan hoy los hombres». 

 

Mira que hay secretos, prodigios y curiosidades en las Ermitas de Córdoba y, de todo, esto fue lo que más me fascinó.

No hay más que ver este mundo, lo que fue y lo que sigue siendo. Entonces se entiende que Jesús llama a quienes pueden y saben escucharle porque pueden aportar algo, ese grano de arena, por mínimo que sea, para evitar la pasión y muerte metafórica a la que Cristo se refiere; que muchos serán los llamados, pero pocos los elegidos. El concepto la metáfora lo tenemos en Mateo 25:36-40:

 

Estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

 

Por cierto, en estos en los que se mezcla el cristianismo con su lado más oscuro; incluso se habla de terror cristiano (como género narrativo), lo cual tiene su origen en una moda de nuestro mundo real. Podemos intuir que los cristianos son los villanos. En este artículo sobre las declaraciones de un actor de Hollywood, que ni siquiera es cristiano, se explica mejor. Muchos actores reportan que, al confesar su fe cristiana o tan solo algunos de los valores, los crucifican; y nunca mejor dicho. Los cristianos no nos encondemos y, de hecho, esto viene en el Evangelio. Seríamos como el apóstol Pedro cuando negó por tres veces a su maestro (con la salvedad de que fue perdonado cuando se arrepintió). Jesús ya lo dijo. Así da testimonio en Mateo 10:33:

 

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

 

Parece que se olvida que el cristianismo se sustenta en el bien, sin más; en el amor al prójimo; en amarnos los unos a los otros. También el islam que significa «paz». Aunque muchos no saben que los que no deben ser nombrados no les representan; dicho por autoridades religiosas islámicas. Nada que no se base en el amor, aunque se hagan llamar cristianos, musulmanes o judíos (las tres religiones abrahámicas. Desconozco las demás para referirme a ellas), no lo son. Además, lo vemos dentro de la propia Iglesia con los casos de abusos, entre un sinfín de barbaridades. Aunque ¡ojo!, nunca generalicemos. Hay de todo en la Viña del Señor, y nunca mejor dicho. Ese es el problema; esa es la metafórica pasión y muerte de Cristo o, como dijo y escribió al respecto Nietzsche, la muerte de Dios cuando lo desplazamos; cuando no queremos saber nada de ese fantasioso mago todopoderoso. No hay más que ver el mundo. Ojalá esa realidad fuera fantasía. ¿Hablaba de elegidos como Harry Potter? Nada más lejos de la realidad. De hecho, me remito a una escena del famoso mago de Gryffindor que, por graciosa es una de mis favoritas, en la que le dice a Hermione que se las trae a todas de calle (en verdad debido a la poción Filtro de Amor o más conocida como Amortentia) no tiene pudor en vanagloriarse porque es el elegido.

 


Ya lo he dicho muchas veces, pero nunca está más recordarlo —subrayarlo—: todos podemos hacer/obrar algo. Por ejemplo, algo tan cotidiano como puede ser encontrarte a tu amigo o amiga de bajón, en la cama, con las persianas echadas y la cabeza hundida en la almohada. Con estar a su lado, escuchar a esa persona si necesita desahogarse; y ya lo bordas si le obligas a salir de esa cama y a arreglarse para salir a tomar algo. Mientras pongo este ejemplo me estoy acordando de mi amiga que es un ser de luz. Y ya tienes el cielo ganao si te sacrificas: te desprendes de algo (no tiene por qué ser material) para dárselo a alguien que también lo necesita. Por ejemplo, sin tener que ofrecer algo material, cuando tú tienes tus problemas sacas una sonrisa para animar a otra persona.

Creo que con esto se ilustra bastante bien. Al menos para mí esto supone el cristianismo y por eso creo que el verdadero —más allá de las instituciones religiosas y su política, amén de otros intereses mundanos—, fue aquel de las catacumbas; tan primitivo, que lo predicaban los mismos discípulos de Jesús. Pero ya que ponía el ejemplo de Harry Potter, lo explico con otro para que veáis qué puede hacer un libro (varios en el caso de la saga y digo «libro» como si digo un tapete de crochet) por alguien; también en alusión a J.K. Rowling como autora. Antes de nada, evidentemente estoy al tanto de su polémica y si tengo que pronunciarme, me acojo a lo dicho más arriba: Jesús dijo que nos amásemos los unos a los otros sin discriminación ninguna.

La misma Rowling destinó buena parte de su patrimonio a la filantropía. Hasta entonces, le valió coronarse en los primeros puestos de Forbes. Ella, como cristiana de la Iglesia de Escocia, plasmó su fe en Harry Potter; sobre todo en Las reliquias de la muerte (si no lo habéis leído o visto las dos últimas pelis, ¡atención, spoiler!) en donde Harry se sacrifica para salvar al Mundo Mágico ante el ultimátum de Voldemort. Muere y después resucita. Además, cuando visita con Hermione la tumba de James y Lily en el Valle de Godric Hollow, aparece como epitafio: «El último enemigo que será derrotado es la muerte»; inspirado en Corintios 15:26.

El ejemplo que vengo a poner va más allá de las páginas. Podríamos llamarlo metaficción. Lo digo de memoria. No he encontrado la web en la que lo leí. Era un padre que le escribió a la autora para contarle que le leía La piedra filosofal a su hija en el hospital. No tenían muchos recursos para comprar los demás libros, pero solo con el primero de la saga, como si un alimento o medicina fuera, animó de tal manera a la niña que se recuperó. Rowling, en respuesta, junto con el envío de los siete libros, se emocionó porque nunca habría imaginado que la magia transcendiera a las letras —como un Patronus— para llegar a nuestro mundo muggle y ayudara a una pequeña a salir de una enfermedad de pronóstico considerable. Hay otra historia similar protagonizada por una niña con cáncer. Su madre contactó con Rowling para agradecerle que, aunque su pequeña emprendió ese viaje, gracias a los libros consiguió armarse de fuerza para afrontar lo que esa terrible enfermedad supone —y más para los niños—, así como lo más duro y, reitero, más para ellos, como es prepararse para recibir la muerte.

Creo que es suficiente. A eso me refiero. Sirvan estos ejemplos para mostraros la interpretación que le otorgué a este sueño. Y recordad: todos podéis hacer algo, por pequeño que sea; que el aleteo de una mariposa en Brasil puede ocasionar un tornado en Texas. 

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