" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

viernes, 8 de marzo de 2024

Mujeres que hicieron historia: María Bernaldo de Quirós «la Dama del Aire»

 

Me comprometo (y espero ser constante todos los años) a unirme al Día Internacional de la Mujer compartiendo las biografías de tantísimas que escribieron la historia. Aquí hago un inciso en honor a mis amigas, a las que les dediqué más de una entrada, y gracias a las cuales aprendí sobre feminidad, lo que me fascinó, por lo que quiero escribir entradas como las que os traigo en esta fecha señalada. Volviendo a las mujeres que hicieron historia, desde tiempos remotos tenemos a reina Boudica, por cierto, mi favorita entre estas mujeres con historia y la que me inspiró para En el nombre de Arcadia a la reina Bouda. Hace muy poco compartí la de otra mujer, y atemporal para su contexto, como era la princesa y poetisa Wallada. ¡Y Cómo se las gastaba! (hasta me ha salido una rima, no puedo evitarlo). Contemporánea a ella, Urraca I de León quien fuera la primera reina de pleno derecho en Europa. Clara Campoamor, quien logró que la Constitución de la Segunda República reconociera en 1932 el sufragio femenino.

Quería hablar sobre Narges Mohammadi, Premio Nobel de la Paz 2023. Parece que a nadie le llamó la atención que el premio lo recogieran sus hijos, quienes exiliados en Francia, no ven a su madre desde hace 8 años y saben que no la verán nunca más. Ella cumple condena por pertenencia a una organización para la lucha a favor de los derechos humanos; y más aún los derechos de mujeres; cómo no, su compatriota asesinada Mahsa Amini. En la ceremonia dejaron su silla vacía, de manera simbólica. En 2022 se publicó el libro Tortura blanca en el que se recoge tanto la fatal experiencia de Narges como la de catorce mujeres en similar situación. Espero poder hablar sobre ella/s en otra ocasión y sin temor a nada. En internet tenemos bastante sobre su caso digno de novela y que seguro nunca veremos en Netflix o la gran pantalla. Espero que a vosotros también esto os haga reflexionar.

Y bueno, ahora sí empezamos con la historia de la madrileña de ascendencia asturiana María de la Salud Bernaldo de Quirós y Bustillo, la cual me cautivó cuando la conocí un 8M gracias al programa Documentos de Rne (aquí podéis escuchar el programa en cuestión). No os diré que su historia es increíble o no. Leedlo hasta el final y lo descubriréis. ¿Enriquecedora? Ni se duda; tanto para mujeres como para hombres.

 

Nació en Madrid 26 de marzo de 1898 —aunque se consideraría asturiana—, siendo la quinta hija de la IV marquesa de los Altares, María de la Consolación de Bustillo y Mendoza, y su esposo, Rafael Bernaldo de Quirós y Mier. Debido a su posición y a las influencias de su padre, contó con cierto nivel de estudios. Su hermano, José María Bernaldo de Quirós y Bustillo, heredó el título a la muerte de la marquesa en 1913, convirtiéndose en el año siguiente en el V marqués de los Altares. En el palacio de los Altares, en la localidad asturiana de Llanes, se casó el primero de septiembre de 1917 con su primo Ramón Bernaldo de Quirós, III marqués de Argüelles. Vivieron en el Paseo de la Castellana de Madrid, aunque la desgracia pronto llegaría en 1918 con la muerte prematura de su hija María, que elevó su alma al año siguiente de nacer. Se cuenta que la Primera Guerra Mundial terminó con un regalo envenenado que tuvo su origen en 1918, en las trincheras: la pandemia de gripe española. Al padre le llegó su hora en 1919, al poco de perder a la pequeña María, dejando embarazada a la mujer. En 1920, tan pronto como nació su hijo Ramón, falleció.

De segundas nupcias, contrajo matrimonio en 1922 con el sevillano José Manuel Sánchez Arjona y de Velasco, en donde vivieron en la Casa de los Vázquez de Ciudad Rodrigo (Salamanca), donde bajo su mandato los vecinos del pueblo le apodaron «el Buen Alcalde». María, como primera dama del municipio, se entregó en obras de caridad hacia los más necesitados del pueblo. En 1927 murió su padre que fue enterrado en el palacio de los Altares. No fue hasta marzo de 1928 cuando tres aviones que volaban de Sevilla a Valladolid efectuaron un aterrizaje de urgencia. María observó en detalle los aparatos y preguntó al capitán Antonio Rueda. A cada conocimiento adquirido, más se interesaba por el mundo de la aviación. El gusanillo que despertó se convirtió en una tenia con un hambre voraz. Quería aprender aún más y para ello debía salir tanto de Ciudad Rodrigo como de aquella vida reducida al hogar. Además, ante el acercamiento de María hacia los aviadores, los vecinos chismoseaban. No se sabe con certeza, pero a todas luces las ansias de volar —y nunca mejor dicho— motivó su separación con José Manuel Sánchez Arjona y de Velasco.

Llegó a las puertas del Real Aero Club de Getafe, sito en el aeródromo militar, pero, como era de esperar nunca una mujer se matriculó para el curso y con María no el presidente no estaba dispuesto a hacer una excepción. Diecisiete hombres estaban a punto de comenzar su formación. Uno de los formadores, el capitán de Infantería y piloto militar de aeroplano José Rodríguez y Díaz de Lecea, alegaba que las mujeres carecían de la destreza necesaria, tanto física como mental, que se requería para pilotar un avión. La misma reina Victoria Eugenia reconoció su valor y el 27 de junio de 1928 le impuso el brazal distintivo de dama y enfermera de la Cruz Roja. Una vez más entraron en juego sus influencias y, a regañadientes, la aceptaron para las pruebas de acceso, con cuyos resultados, contrarió a todos. Se le encomendó su formación al citado capitán que tuvo que tragarse sus palabras cuando quedó maravillado ante la destreza de María. Pero en verdad, como ella admitió, se exigió a sí misma porque ante cualquier fallo le darían alas para que se lo acharan a su condición de mujer. Su instructor, ante la gran noticia como era contar con una mujer aviadora, declaró ante la revista Estampa: «Las mujeres son valientes y resueltas, hasta temerarias, pero la mayoría son incapaces de ese esfuerzo sostenido y sereno que hace falta en la Aviación: les molesta el frío que hay allá arriba, unas veces, y el calor otras. Y madrugar y ensuciarse de grasa».

El 7 de octubre de 1928 se produjo su bautismo aéreo como piloto al concederle el capitán el primer vuelo en solitario en una avioneta DH.60 Moth («polilla» en español). La imagen de ese primer vuelo fue portada de la revista Estampa en su edición del 25 de septiembre, aunque, como se declaraba en el artículo, «María tenía los ojos más bonitos de toda la aviación».

Fue la alumna destacada entre los diecisiete compañeros. Poco después, tras superar los exámenes, el 24 de noviembre la Federación Aeronáutica Internacional le otorgó el título de Piloto Civil de Aeroplano. En los actos de graduación organizados por la revista Motoavión, María realizó un vuelo sin instrumentos, es decir, sin más orientación que la vista puesta en el horizonte, entre Getafe y Chinchón, también en Madrid.

En adelante, obtuvo presencia en bautismos aéreos de los nuevos graduados en donde la afamada piloto iría de acompañante. Pero ninguno quería volar con una mujer. Por otra parte, esperaba que su hazaña se considerara un ejemplo para otras mujeres que aspiraran a ser pilotos, pero todos eran hombres… hasta el momento. No tardaron mucho en aparecer las aspirantes que vieron un referente en María. Se llevó una grata sorpresa en una fiesta de aviación en la que asistieron muchas que quisieron volar con la piloto a los mandos.

La fama fue creciendo, hasta que, tras promover el fomento de la aviación privada, la empresa británica Havilland Aircraft Company se hizo eco y le ofertó a mitad de precio una DH.60 Moth —recordemos que semejante factura a la avioneta que protagonizó su primer vuelo en solitario— a cambio de publicidad. Con dicho aparato que apodó «Mosquito», surcó los cielos de España aquella a la que apodaron sus compañeros del aeródromo de Getafe «Miss Golondrina» y también «la Dama del Aire». Huelga decir que por ser mujer no se le permitía ponerse a los mandos de los aparatos del Real Aero Club; pero eso no suponía ya un problema al contar con su Mosquito en propiedad. Participó en un concurso de vuelo de exhibición en San Sebastián. La invitaron para efectuar el saque de honor de un partido en Vigo.

Solicitó al Real Aero Club la admisión como socia, pero le fue denegada. Entre triunfos y vítores, no desistieron de su recelo aquellos centenares de socios, con Alfredo Kindelán Duany a la cabeza, que firmaron para rechazar la proposición para condecorarla como aviadora honoraria. El mencionado alegó que ese distintivo se le concedía por ley a militares extranjeros. Pero la versión más extendida fue la negativa por ser mujer. Aunque ello no supuso una baza para María. Lo dejó bien claro en una entrevista en prensa: «Que se vaya acostumbrando la opinión pública; verán que las mujeres servimos para algo más que bordar»

Entre vuelos recreativos, como aquellos en los que jugaban a la caza de la avutarda, que consistía en perseguir un ave e impedir que se posara en tierra para descansar, halló momento y lugar para convertirse en formadora en Asturias, que, a la guisa, participó en más de doscientos vuelos de suelta de aviadoras que, inspiradas por María, también quisieron volar. Se destaca por ser pionera en aterrizar en el aeródromo de Lasarte, cuando ningún se atrevió a hacerlo antes. En 1929, una visita a La Coruña del infante don Jaime de Borbón, sobrevoló su coche y desde su Mosquito le lanzó flores.

Finalmente logró que el Real Aero Club le concediera la insignia de la aeronáutica militar.

No olvidemos que se separó de su marido, pero en lo legal aún seguía casada. Se acogió en 1933 a la ley republicana del 11 de marzo de 1932, la cual concedía por primera vez en la historia de nuestro país el divorcio.

Con el estallido de la Guerra Civil, María se habría convertido en una piloto de combate. Sí es cierto que participó al principio, y para el bando sublevado a los mandos de aparatos militares en los que efectuaba vuelos de estafeta, enlace y reconocimiento. Más se implicaron en el bando republicano dos de aquellas que quisieron volar por inspiración de María. Mari Pepa Colomer Luque y Dolores Vives Rodón fueron llamadas a filas como formadoras de los aviadores de combate. Por norma general, ocuparon funciones en sustitución de los hombres: desde logística hasta las mismas batallas en el aire. No avanzó mucho el conflicto cuando María se retiró. Según dijo cuando la relacionaron con la aviación de combate: «Yo no quiero matar a nadie». Es más, en el bando republicano tenía a las aviadoras que habían sido sus alumnas. Sus familiares declararían más tarde que María ayudó en dicho bando.

Con el régimen dictatorial, hazañas de mujeres como María y tantas otras inspiradas por ella, quedaron en el recuerdo; en una quimera. Tal fue el silencio que no es mucho lo que han llegado hasta nuestros días de su vida en el franquismo; tan solo que se nunca más volvió a surcar los aires (al menos que se sepa).

Se cuenta que mantuvo una relación con su instructor de vuelo, el excapitán y entonces teniente general Lecea, quien además fue ministro del Aire entre 1957 y 1962 (también jefe del Estado Mayor), la cual perduró hasta la muerte del militar en 1967. Ella pasó sus últimos años en su domicilio, en el nº 46 de la calle Hermosilla de Madrid. Llegó a cumplir 85 años. Dataron su muerte el 26 de septiembre de 1983, pero lo cierto es que su cuerpo fue hallado cuando accedieron a la vivienda días más tarde.

De su legado, quedó constancia en Ciudad Rodrigo la calle que desde 2007 lleva su nombre. También en su honor, la compañía Iberia presentó el 25 de septiembre de 2020 el Airbus A320neo-María Bernaldo de Quirós. 


En la Nochebuena de 2021, su familiar y también piloto, Jorge Bernaldo de Quirós, publicó el libro La dama del aire (Ed. Ivat SL.), que aborda la biografía de su tía bisabuela, dejando testimonio, quién sabe, que pudiera inspirar tanto a esta como a generaciones futuras. No todos pretendemos llegar a ponernos a los mandos de un aparato, pero sí de alguna forma volar como pájaros en libertad.

En la antigua Roma se castigaba a las personas non gratas con la privación de toda huella que pudieran dejar en la historia, la destrucción de su legado, borrar su memoria. Por eso, la primera aviadora en España que luchó para llegar hasta lo más alto —y nunca mejor dicho— merecía esa memoria porque escribió varias páginas de los libros de historia.

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