" Por qué los cabrones ríen y los honrados padecen, por qué no puedo ser libre si no hago daño a nadie". Nach Scratch

sábado, 3 de febrero de 2024

La presencia de Dios

 

La presencia de Dios: título que me inspiró esta acuarela. ¿Qué o quién me inspiró? De eso trata esta reflexión. Aprovecho para comentar que las motitas salieron por la baja calidad de este papel para acuarela.


Hace unos días mi madre compartió por el grupo de WhatsApp esta foto, este prodigio de la naturaleza que uno ve en tamaña imagen. Sí, la escena nos conmueve y más cuando nos consideramos amantes de los animales y de la naturaleza en general. ¿Pero tanto como para relacionarla con Dios?

El concepto que tengo de Dios se lo trasladé a la princesa Alanna, uno de mis personajes en En el nombre de Arcadia. Mientras lo escribía veía en mi mente:

La Creación de Adán. Miguel Ángel, circa 1511.


Mejor os muestro este primer fragmento. Ya sabéis que me gusta explicar con ejemplos.

 

Se tiende a humanizar a Dios, pero él no es un señor alto con túnica blanca y largas barbas a juego. Entraña esa energía a la que llamamos Luz Divina, la que está presente en los seres de luz, ya sean de los vivos o los desencarnados, y la que otorga de sabiduría a la naturaleza para que todo siga su curso y la vida sea posible en este mundo y en otros.

 

Ante todo, recalco que no pretendo promocionar nada con esta reflexión; solo ilustro con fragmentos. Dicho esto, aunque en la trilogía la premisa es el conocimiento, este concepto de Dios bien podría ser una segunda premisa tan o más importante. Hay mucho más, pero no os voy a abrumar con muchos fragmentos; o procuraré. Dios, la fe, la propia moral, tiene su propia trama y con muchísimo peso. Tan solo apunto que al final del primero de la trilogía, Mensajes de ultratumba, en un culto en el templo el sacerdote, Declan, pronuncia la homilía. Como la realidad me inspira, aparte de lo que leo o veo en un documental, como autor introduje el dilema que presentan no creyentes o creyentes también: por qué Dios permite que pasen cosas malas. Si en el fragmento anterior le trasladé esa respuesta a la princesa, aquí la plasmé en Declan. Sí, soy consciente de que nadie tenemos la verdad absoluta, pero como decimos, soñar es gratis, teorizar también.

Para responder a esta cuestión, primero hemos de saber quién o, mejor dicho, qué es Dios; o a qué llamamos como tal. A propósito de nombres, junto con figurarlo, supuso y sigue siendo hoy una baza para la humanidad. Esto también lo trato en la trilogía y también bebe de la realidad. Pongamos las tres religiones abrahámicas; sin desconsiderar las demás. En las tres: judaísmo, cristianismo e islam, se adora al mismo dios, pero, como tiene distinto nombre, distinta figuración, y cada religión sus matices, desde los anales de las religiones ya entraron en disputas. Y bueno, no voy a entrar en el tema religioso que daría para varias reflexiones. Casualmente anoche vi el documental en DMAX Historia secreta de los templarios y su protagonismo en las cruzadas; la Orden del Temple que terminó por algo tan sagrado como fue el Santo Oficio. Para muestra un botón, ¿verdad? Ya traté en dos entradas acerca de las religiones. Si queréis leerlas aquí tenéis una y aquí la otra. De hecho, en esta última encontraréis una sorpresita y avance del segundo de En el nombre de Arcadia.

Si Dios no es figurado, ¿qué es entonces? Os muestro otro fragmento y esta vez del wordbuilding. No digo que es brutal por ponerme flores, sino con naturalidad. Lo quise con nivel de detalle. La historia universal de este mundo ficticio comienza con el Big Bang, y el de nuestro universo, con nuestro planeta Tierra. Esta es la concepción que tengo de algo tan ligado a Dios como es el infinito; el alfa y la omega. Este es el primer capítulo de la historia universal en dicho wordbuilding:

 

Es difícil imaginar y ponerle límites a aquello que es infinito. El universo nunca tuvo una creación original ni nunca tendrá una destrucción definitiva. Es un ciclo de creación y destrucción. Podríamos decir que cuando el espacio y el tiempo acaba, vuelve a comenzar. Siempre ha existido una energía bajo una inteligencia; la cual el ser humano no puede comprender, que hace posible el movimiento de ese ciclo de creación y destrucción. Esa energía inteligente, sería llamada por los seres: «Dios». Podríamos decir que tras el fin de un universo que se destruye, cierra un ciclo para volver a comenzarlo con la creación de un nuevo universo.

Podemos partir desde el punto, en el que, tras comprimirse toda la materia y energía de uno de estos universos en el tamaño inferior a un átomo, las partículas chocaban entre sí, compartiendo tal cantidad de energía, que, en una fracción de segundo, ese punto se expandiría en medio de una gran explosión que sería llamada «Big Bang». Con la energía liberada, las partículas subatómicas chocarían entre sí; uniéndose y formando los átomos que darían lugar a la materia. Las partículas subatómicas libres; como los electrones, serían parte de la energía. La energía inteligente o Dios, habría creado un nuevo ciclo que daría lugar a un nuevo universo. En este universo, dispuso su sabiduría para hacer posible la creación de todo como las galaxias con sus constelaciones y sistemas estelares. En la galaxia de la Vía Láctea, en la constelación de Orión, creo la estrella llamada «Sol» y trece principales cuerpos celestes que orbitaban alrededor, ocho planetas y cinco planetas enanos. Uno de estos planetas era la Tierra, al que dotó de un satélite llamado «Luna».

Tanto la Tierra como la Luna se crearon a partir de la colisión de asteroides que llegaron a conformar estos dos cuerpos celestes rocosos, con masa suficiente para tener gravedad; de esta forma, la Tierra atrajo a la Luna, que al tener el satélite menos masa, orbitaría alrededor de su planeta.

Una vez, la Tierra se hubo enfriado después de que se crease como una bola de fuego, los gases, crearon la atmósfera y ésta hizo que se precipitase el agua; inundando las zonas deprimidas del terreno. La energía, mediante reacciones químicas, propició la creación de las moléculas que darían lugar a estructuras dotadas de vida. Estas partículas fueron evolucionando dentro del agua hasta formar otras más complejas que dieron paso a organismos unicelulares. De la unión de estas células se formaron otros organismos que dieron lugar a las primeras especies invertebradas. La energía continuó jugando su papel e hizo posible que continuaran evolucionando a vertebradas como peces, anfibios que salieron del agua, reptiles, aves y otras formas de vida que pasaron de algas unicelulares a vegetales acuáticos y terrestres.

Una de estas especies de animales, eran los mamíferos; que, de pequeños roedores, fueron evolucionando hasta convertirse en cuadrúpedos, y posteriormente, simios. A los simios, les dotó de inteligencia; algo que los diferenciaba del resto de los animales y les convertía en los protagonistas del planeta.

El ser humano pudo utilizar su raciocinio para crear herramientas que le ayudasen a sobrevivir, como las de caza para la provisión de alimento y pieles con las que podía confeccionar prendas que sirvieran de abrigo. Llegó a un punto, que llegaron a descubrir esta energía; la que hacía posible lo que ocurría en la naturaleza; como los truenos, la lluvia, el fuego, que las olas del mar se movieran de esa forma o que existiera la propia vida. Tanto fue así, que comenzaron a adorar a esa energía y creer que eran deidades las que hacían posible que ocurrieran estos fenómenos en la naturaleza.

 

Y a colación de los mundos y las historias que fabulamos: si los autores somos los creadores, si determinamos el destino de nuestros personajes (cuando estos no cobran vida y, en su libre albedrío, nos dominan a nosotros), ¿somos los dioses de nuestra propia ficción? 

Como dios de mi ficción, creé este mundo partiendo de esta teoría. Fue lo que supuse al dar una respuesta al concepto de infinito o, lo que es lo mismo, aquello que asociamos a Dios: el alfa y la omega. Y reíros si queréis porque para explicarlo mejor lo he dibujado con el Paint.


Esa era la concepción de Dios y lo que llamamos «creación» que tenía ya cuando empecé con el wordbuilding en diciembre de 2020. Si veis La que se avecina, parece broma la frase de Fermín Trujillo, pero así lo concibo, aunque sin considerarme agnóstico. Después llegaría a mi vida la obra de Allan Kardec, del que ya he hablado pero muy poco. Os recomiendo que leáis sus libros sobre el espiritismo, porque más que médiums y gente dándose la mano en una mesa redonda, encontraréis respuestas a problemas tan cotidianos como puede ser el aborto, el sentido de la vida o, mi favorito, que las sagradas escrituras (de cualquier religión y por eso lo escribo en minúscula) son metafóricas. Sentí reírme, aunque en fondo lo comprendo y siempre respeto, hace no mucho ante la noticia de científicos que buscaban en el mar Rojo evidencias de cuando se abrieron las aguas. Y la creación no tuvo lugar en seis días, por tanto, las mujeres no procedéis de una costilla de Adán. Se escribieron las Escrituras de manera metafórica para que aquellos a los que iban dirigidas las comprendieran. ¿Os imagináis hablándole a los cananeos del 2000 a.C. de átomos. el Bosón de Higgs o, y nunca mejor dicho, la Partícula de Dios? No comprendía que la veía surgió a partir de la célula; porque para empezar no se sabía lo que era una célula. Pero bien se podría comparar con el barro; cambiando las células por granos de arena impregnados en agua. Las sagradas escrituras no se leen, se interpretan. A propósito, estoy empezando algo que no sé si terminará por ser un relato o una novela corta. Está ambientado en el mundo de Arcadia y comienza con la creación de los Caballeros de la Orden Dorada que, os cuento, están inspirados en los templarios. Sabed o, mejor dicho, intuid los que habéis leído En el nombre de Arcadia, quiénes son en verdad Domine, Mater, el propio Sagrado Misterio de la Luz Divina, así como el Maldito Misterio de la Luz Oscura. El propio worbuilding para los personajes es el sagrado Scripturae, muy inspirado a su vez en las que conocemos. Sabiendo esto, entenderéis mejor que el fundador d la orden, el santo sacerdote, toma como lema una máxima de Cristo en Mt. 10:34-36:

 

No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.

 

 Ellos lo interpretaron como el llamamiento a una guerra santa. Así surgieron las propias cruzadas y en la actualidad también lo vemos, pero a la inversa. En este caso, apoyándome en este medio que es la escritura evidencio el peligro que conlleva una tergiversación. Sería interesante conocer vuestra interpretación.

Aquello que consideramos divino, algo propio de la mitología y la fantasía, puede ser más cotidiano —e incluso aceptado por la ciencia—, previa demostración mediante el método científico. Y viendo los avances de la ciencia, no andamos muy lejos. Volvamos a la historia antigua. Es curioso cuando comparamos y vemos si hemos cambiado mucho o poco. Los filósofos de la antigua Grecia creían que las tormentas se producían porque Zeus se enfadaba. Con el avance de la ciencia ya supimos que cargas negativas y cargas positivas se atraen. Ese intercambio/compensación de electrones lo vemos mediante el rayo. Aquí está mi teoría del concepto y, por tanto, existencia de Dios: observando la naturaleza con su sabiduría, ese orden, ese equilibrio. Por ilustrarlo con algunos de la infinidad de fenómenos naturales, conocemos más el espacio que nuestro propio cerebro. Tan solo bastan unos detalles. Quizá, como los antiguos griegos, a esas preguntas sin respuesta, al misterio, por desconocimiento se lo atribuyamos a Dios. Y hablando de atribución divina: el milagro. No me refiero a los milagros de Jesús o de los santos. Es mucho más cotidiano.

Con diez años contraje una septicemia. Con el tiempo caí en que el bicho, un meningococo o una legión, me entró por el oído y ahí empezó la infección; pues un compañero de clase me sopló en la oreja. Cosas de niños jugando en el recreo. Si hubiera caído en el momento, cuando los epidemiólogos buscaban como locos el origen, controlaron a mis contactos e incluso les dieron una pastilla que les hacía orinar oscuro. Como en una película.

Pero en lo más personal y profundo nunca olvidaré verme en esa cama de UCI con las enfermeras luchando; lo que es luchar. Verme lleno de cables, sondas, las gafas nasales, no sé cuántos goteros, el pitido del electrocardiograma y, lo que más me impresionó, un catéter desde el brazo hasta el corazón por el que inocularon una droga para que no se me parara. A mi familia viéndome a través de un cristal y sin podían entrar con bata, gorro, mascarilla y calzas. A la mañana siguiente, para que veamos lo que es la inocencia infantil, lloré, pero porque los días previos a esta enfermedad alquilé unas películas en el videoclub y quería seguir viéndolas en ese momento, pero no podía. Si me apenaba esa minucia, parece que vi, como mensaje, que mis compañeros de sala no corrían la misma suerte que yo: un niño tomaba un colacao por vía parental (recuerdo el líquido marrón pasando por vía y a la enfermera diciendo que era un colacao), una niña de unos tres o cuatro años que, como en las películas, trajeron de urgencia porque se moría. Cuando me pasaron a planta, al lado de Infecciosos estaba la Unidad de Oncología Infantil. Los niños sin pelo y aún felices cuando podían subir al solárium que también era una ludoteca. Aún hoy me abruma pensar que no iba a salir de aquello; los mismos médicos ya lo daban por hecho. De esto hace veinticinco años. Eso ocurrió en noviembre, además irónicamente por Halloween y los Santos, y en el verano de aquel 1999 falleció mi abuelo paterno; de hecho, me llamo Antonio por mi padre y por él. Mis padres decían que mi abuelo obró un milagro. Ni los mismos sanitarios se explicaban que hubiera sobrevivido. Pasé dos semanas ingresado por complicaciones a raíz de la afectación (tuve una artritis en un hombro, un cólico…), pero fui recuperándome y salí para contarlo. Precisamente, en esa cama de hospital era feliz dibujando (me compraron mis padres unos rotuladores y unos folios) y leyendo revistas. ¿Y sabéis una cosa? En mi casa somos clientes de una agencia de viajes que tiene su flota de autobuses. Este verano mi madre va a uno de los que organizan a la playa y el conductor la reconoce: «Usted es la madre de Antonio Lara, ¿no?». Increíble que se acordara de cuando nos recogían en la puerta del cole, hace unos veinticinco años. Me alegrará mucho verlo si coincido con él en uno de los viajes. Y más me alegro de que se hiciera conductor de autobús como su padre. Pues bien, era el que me sopló en la oreja. El mundo y la vida misma es un pañuelo.

¿Es esa inteligencia suprema a la que llamamos Dios, quien controla todo cuanto exista, el que decide quién vive o quién muere? A pesar de todo, vi a Dios en un detalle que, por simple, puede pasar desapercibido. Cuando me subieron de la UCI a planta me recibieron unos voluntarios con nariz de payaso que procuraban animar a los niños hospitalizados. Me ofrecieron una lista de pelis y elegí Anastasia. No entonces, sino con el tiempo valoré el que esos voluntarios dediquen sin interés su tiempo y su afán a los niños del hospital. No hay mucho que decir sobre esa obra. Si queremos imaginarnos, figurar a Dios, lo veremos en esos voluntarios; entre otros verdaderos ángeles. 

Cuando salí del hospital mis abuelos maternos, Curro y Concha, me regalaron el VHS de la peli que quería. Nótese el detalle: la foto la he tomado ahora para esta entrada del blog y en mi casa hace siglos que lanzamos el vídeo.



Al mes de recibir el alta, una vez me recuperé, escribí mi primer relato que, por cierto, una década después lo escribí de memoria. Podéis leerlo aquí. Este primer relato dio comienzo a mi carrera como autor (aunque me baila la memoria con las fechas. Creo que muy poco antes ya escribía en máquinas de escribir; la primera fue una Olivetti del año catapún y la segunda una azul casi de juguete). Veinticinco años ya… Hasta ahora que no le visto con perspectiva, o que le otorgo simbolismo a todo, si esta experiencia marcó un antes y un después, parece que valoré esa segunda oportunidad que me dio la vida y quise aprovecharla. Y ya que nos gusta esas coincidencias, aunque muchos me dicen que tanto estas como las casualidades no existen, justo el siglo XX y el milenio daba paso al nuevo. 

Aunque en menor grado, también, desde pequeño con arcilla o plastilina, le pego un poco a la escultura. Inmortalicé a esta dama de barro de Lebrija, en la azotea de la casa de mis abuelos maternos. El campanario que se ve al fondo pertenece a la Giraldilla de Lebrija.

Y para ir terminando voy a la imagen de mi perro abrazando a otro y por qué he visto a Dios en ello. Por una parte, volvemos a esa pregunta. ¿Si los animales no razonan y se guían por el instinto, ese instinto lo guía Dios? Según los espíritus a través del espiritismo de Kardec sí. Y también dicen que ser vivo tiene alma y se le otorga esa vida por un motivo. También responde a esa pregunta que, sobre todo, de niños nos hemos hecho: nuestras mascotas cuando emprenden ese viaje van a ese otro plano que conocemos como «Más Allá». Pero no voy a explayarme con este tema que da para muchísimo, y menos cuando quiero ir terminando. Por eso os recomiendo leer la obra de Kardec.

Por otra parte, cuando lo vi tuve la sensación de que esos dos perritos, como inspirados por Dios mediante su instinto, se dieron amor. Y he aquí el quid de la cuestión: esa vocecilla o esa imagen en nuestra mente que nos inspira, que nos da fuerza y sentido a lo que hacemos. Ojo, aunque soy consciente de que habrá una explicación científica; si no me faltaría decir que las tormentas las produce Zeus cuando se enfada. Es una teoría. Y ya que nos gustan los animales, ¿qué explicación le damos a esos perros que, muerto su amo, lo esperan hasta que al animal le llega su hora? No hay más que ver las esculturas en su memoria: el perro del cementerio de Fernán Núñez (Córdoba), el de Greyfriars en Edimburgo —aquemás se llamaba como el mío, «Bobby»—, Hachikō o Canelo, cuyo amo entró al Puerta del Mar de Cádiz y allí se mantuvo esperanzando en que saldría por esas puertas su compañero de vida; le esperaría para volver a casa. O Christian, el león que apenas vio a sus criadores después de un año, corrió —los recordó— a comérselos a lametazos y abrazarlos. Sin ir más lejos, nuestros perros que cuando estamos tristes o incluso enfermos, no se apartan de nuestro lado. ¿Por qué? Lo que sí tiene respuesta es que amamos a los animales porque nos sorprenden cuando vemos en ellos lo que echamos en falta en nosotros como humanos. Son los animales son pura inocencia, como los niños. De ahí la máxima de Mt .18, 1-5.10:

 

Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.

 

Más que ese misterio de los perretes, hay algo que hizo que no me conformara con la foto y terminase por expresar esta acuarela. Fue la mirada de mi Boby lo que me atrajo. En esa mirada tan sentida, vi a Dios. El perro negro, altivo, como si lo consolara por algo, parece que le trasmite fortaleza y ese amor. Por favor, sería muy enriquecedor saber qué percibís vosotros en la acuarela; ¿por qué la titulé La presencia de Dios? El misterio ya me lo llevaría si descubrís el simbolismo que quise darle con el cielo o las tonalidades y claroscuros entre otros detalles en los propios animales.

Por último, quiero aclarar que no pretendo adoctrinar. Ya lo he comentado en más de una ocasión: tengo amigos no creyentes que son verdaderos santos. En lo que expreso, ya sea mediante la escritura o el arte, pretendo invitaros a la reflexión; a que formuléis vuestro propio juicio. Es la libertad de pensamiento, de creencias y de expresión los que nos enriquece a la humanidad. Como dice en el segundo de la trilogía el rey Éamon I de Arcadia: «Siempre proponer, nunca imponer».

Hasta pronto, amigos.

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